Una semana después de hacerse cargo de la cooperativa Camp Mallorquí, Miquel Gual se topó con el confinamiento y la desaparición del turismo, frente a una actividad agrícola que estaba a pleno rendimiento. De él y su equipo surgió la iniciativa de repartir a domicilio cestas con fruta y verdura de las islas.

 ¿Qué siente al recibir el premio de Diario de Mallorca?

Sorpresa y agradecimiento por un enorme trabajo realizado colectivamente por el sector primario de Mallorca, que no fue otro que ayudar a la gente en un momento muy difícil. Estamos en un año raro en el que el pequeño agricultor ha recuperado el protagonismo que no debería haber perdido nunca.

¿Qué es lo que usted hizo para que ahora la sociedad mallorquina se lo reconozca?

Tras decretarse el confinamiento, nos encontramos que la actividad agrícola estaba permitida y las explotaciones a pleno rendimiento. De golpe y porrazo nos encontramos que no sabíamos qué hacer con sus cosechas. Por eso se nos ocurrió hacer llegar a casa lo que se cultiva en Mallorca ya que la gente no tenía acceso a los productos isleños. Y fue muy difícil porque no teníamos ni material ni infraestructura para hacerlo. En tiempo récord lo conseguimos.

Entonces, ¿qué pasó? 

Pues que tuvimos que espabilarnos, buscar conductores, furgonetas, crear rutas y un centro de recepción de pedidos que nos permitió, tras el confinamiento, haber servido más de 25.000 cestas de productos cultivados en la isla. Además, cabe recordar que fuimos los únicos, porque grandes plataformas de la alimentación se negaron a servir a domicilio.

Explíquenos en qué situación se encontraba el campo mallorquín durante el confinamiento.

El campo tuvo que rehacerse de la noche a la mañana para sacar al mercado la producción que estaba creciendo en los árboles y campos de hortalizas. Lo conseguimos porque la gente fue muy receptiva al llamamiento que hicimos a la sociedad. Solo los productos agroalimentarios como el aceite y el vino tuvieron problemas para llegar a casa. Por lo demás fue todo muy bien.

 ¿Cómo funcionó el proyecto de repartir las cestas con frutas y verduras a domicilio?

El primer fin de semana fue de caos absoluto. A las pocas horas de iniciar el proyecto nos llegaba un whatsapp cada minuto y un correo electrónico cada dos. En el primer día nos encontramos con cerca de 11.000 pedidos que había que preparar y repartir. Por eso quiero agradecer la labor de los trabajadores, payeses y voluntarios que trabajaron para que todo saliera adelante pese a todos los problemas que tuvimos. Todos se implicaron y por eso el gran mérito del premio es suyo, hasta el punto que DIARIO de MALLORCA está dando en realidad un premio a decenas de personas que se arremangaron para que las cestas llegaran a todos los rincones de la isla en unos meses muy duros.

¿Cuántas han hecho desde entonces? ¿Mantienen el servicio?

Han sido más de 25.000 cestas de productos frescos. Ahora hemos cambiado el sistema y disponemos de ocho puntos de distribución repartidos por la isla donde el cliente puede ir a recogerlas. Si regresa el confinamiento, volveremos a hacerlo. Pero esta vez con más experiencia porque los payeses de aquí no se acobardarán.

¿Qué le pasa al campo que no termina de despegar en estas islas?

A mi modo de ver tiene tres problemas que deben atajarse de una vez. No ha habido relevo generacional por lo que la edad del agricultor es avanzada; no ha dispuesto de una buena estructura de comercialización y diferenciación del producto y, en tercer lugar, necesita de mucha tecnificación. 

¿Cuál es su receta para intentar recuperarlo?

Reforzar el modelo de las cooperativas, ya que es el ejemplo a seguir. Las cooperativas tienen como elemento diferenciador a una empresa que el beneficio revierte en el campo y en sus socios. Por lo que, a mayor actividad y beneficio, más gana el productor.

¿Cree usted que lo conseguirá?

Creo que sí. Tenemos la oportunidad. La clave de este proceso pasa inexcusablemente por el relevo generacional. Los nietos de esos abuelos que durante tantos años han cultivado la tierra tienen que trabajar en ella para que no se pierda. Por eso hay que ayudar a que este proceso se lleve a cabo.

¿Qué mensaje enviaría a los lectores para que dejen de comprar, a modo de ejemplo, naranjas de Sudáfrica por las que se cultivan en Mallorca?

Comprar productos de aquí sirve para potenciar la proximidad y la economía circular. Hasta ahora el mallorquín gastaba el dinero en cosas que no tienen retorno, por lo que cuando el flujo de dinero del exterior se para, como ha sucedido, se produce el problema. Durante años en Mallorca nos hemos cargado la industria de los refrescos, la del calzado e incluso la del cemento y no nos podemos permitir acabar con la agricultura. La tenemos y además ha resistido los envites. Ayudémosla entre todos.

¿Sobrevivirá o morirá nuestro campo?

Sobrevivirá si los mallorquines quieren. Si llega a morir, Mallorca quedará reducida a una franquicia donde por todos sitios habrá los mismos productos. Hemos de mantener la tradición cultural, gastronómica, etnológica, medioambiental y paisajística que es el campo mallorquín. Perderlo sería una lástima.