Rosabel Rodríguez es un referente a la hora de detectar a niños con altas capacidades en Balears. Psicóloga, doctora en Psicopedagogía y profesora de la UIB, es la directora y fundadora del Programa de atención a las Altas Capacidades Intelectuales (PACIS), también en la Universitat.
«En la formación inicial del profesorado no existe una asignatura específica sobre altas capacidades, solo hay una asignatura optativa en Psicología. Significa que los docentes, psicólogos y pedagogos tienen un conocimiento muy precario de las altas capacidades cuando salen al mercado laboral; les suena, pero no están preparados para identificarlas», advierte esta experta. No se trata de ponerles «una etiqueta», aclara Rodríguez, si no de detectar a esos alumnos para prestarles la atención que necesitan.
Esta psicóloga señala la importancia de no confundir conceptos con un símil. «Las altas capacidades sería el equivalente a Europa. Y dentro de ese Continente hay países como la superdotación o el talento. Dentro de lo que conocemos como altas capacidades, la superdotación es la más conocida, pero hay otras como la precocidad o el talento, que a su vez puede ser matemático, lingüístico o musical», explica.
En todo caso, para ser evaluado como un niño con altas capacidades no basta con sacar buenas notas. «Ese es un valor que indica esfuerzo, memoria y atención, pero no basta. Igual que suspender tampoco es garantía de no tener altas capacidades», matiza.
Rodríguez lamenta que tanto el sistema educativo como la sociedad pasan de largo por las altas capacidades. «Existe poca cocienciación. Y en ocasiones incluso rechazo: ‘¿Encima de que le va bien, le tengo que ayudar?'. Si hay niños que necesitan atención, unos no son más importantes que otros. La palabra inclusión significa a atender a todos los alumnos, no solo al 90%» subraya.
Esta psicóloga señala que a menudo las propias familias reciben la evaluación con preocupación. «Podríamos pensar que están deseando que su hijo tenga altas capacidades, pero la realidad es que el primer sentimiento suele ser de desconcierto y ansiedad. No saben qué hacer, piensan que serán niños con problemas emocionales y un futuro difícil. Los padres siempre buscan que su hijo esté bien y tranquilo. Mi recomendación es que se lo trasladen a su tutor, si es que el tutor no se lo ha comunicado antes. A partir de ahí se pone en marcha un protocolo y se hacen unas pruebas para confirmarlo o descartarlo», aconseja.
Y lanza una reflexión: «¿Hasta qué punto nos podemos permitir como sociedad desperdiciar el talento? A esas edades hablamos de potencialidades, es una semilla que puede llegar a convertirse en algo, pero tiene que regarse y abonarse. Sin esa ayuda, los hay que lo logran por fuerza de voluntad o azar, pero otros no. Lo que deberíamos preguntarnos es cuántos se han quedado por el camino», valora.