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Los refugiados afganos topan con el obstáculo del precio de los alquileres en Mallorca

«Tal como están las cosas en Mallorca es más fácil que encuentren un trabajo que una vivienda», dicen en la Cruz Roja

Tomeu Miralles, coordinador del albergue de Son Rapinya. CRUZ ROJA

Están aprendiendo el idioma y una parte de ellos ya han encontrado trabajo. Pero el gran obstáculo que enfrentan los refugiados afganos que llegaron a Mallorca hace casi un año huyendo de los talibanes es el precio de los alquileres. «Algunos ya trabajan, pero el principal problema es que no encontramos viviendas que respondan a sus necesidades, incluso teniendo en cuenta las ayudas que incluye el programa de acogida», señala Tomeu Miralles, coordinador de la Cruz Roja en el albergue de Son Rapinya.

«No nos limitamos a Palma, les sugerimos que piensen en municipios que estén bien conectados con la ciudad. Y donde generalmente el precio de los alquileres es más barato», subraya este profesional.

Hay dificultades añadidas. La familia de Mohammed Arif, que ahora vive en el albergue de s’Arenal, es de diez miembros y encontrar una vivienda grande con un precio asequible constituye todo un desafío.

También se acerca el día en el que la familia de cuatro miembros —una pareja y dos hijas— que se aloja en el centro de Son Rapinya pueda hacer su vida en un piso. En este caso, uno de los hijos del matrimonio vive en Mallorca desde hace años, pero ya tiene a su cargo a tres menores y no puede hacer lo propio con los recién llegados. «Estar en el centro les da unas ventajas, pero ellos tienen ganas de salir. El problema es que es una familia extensa y no es fácil encontrar una o varias viviendas en Mallorca. Tal como están las cosas es más fácil encontrar un trabajo que una vivienda. Veremos cuáles son sus expectativas y si pueden encajar con la realidad que tenemos en las islas hoy en día», explica Miralles.

Más fácil lo ha tenido otra de las refugiadas afganas que se alojó en el centro de Son Rapinya, una joven que llegó el pasado agosto con 20 años hablando inglés y con formación universitaria en el sector de la programación informática.

«Es un perfil muy poco habitual y ya vive en un piso en la zona de Santa Catalina. En cuestión de cuatro o cinco meses se le ofreció la posibilidad de hacer una formación remunerada relacionada con su formación. La seleccionaron y becaron con una manutención muy bien dotada económicamente. Tiene un año y medio muy bien cubierto y me consta que en el momento en el que acabe esta formación tendrá trabajo», manifiesta Miralles.

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