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La séptima ola del coronavirus ha llegado a Mallorca en marzo

Se ha interrumpido el descenso de la incidencia y de la tasa de positividad, que vuelven a crecer antes de extinguirse la sexta oleada

La incidencia actual supera a la existente cuando se impuso el pasaporte covid.

La séptima ola del coronavirus ha llegado a Mallorca en marzo, con unos índices de atención y de preocupación muy inferiores a los suscitados por el desembarco de anteriores oleadas de la covid. El tres de marzo se alcanzó la incidencia mínima de este año en Baleares, con 427 casos acumulados, y desde esa fecha se observa en las gráficas un repunte característico. Examinando los embates sucesivos que ha sufrido la isla desde marzo de 2020, se observa que cada uno supera en intensidad al anterior, al tiempo que la fatiga pandémica reduce la alarma causada.

A principios de este mes se interrumpió en toda Baleares el descenso de la incidencia y de la tasa de positividad de la infección por coronavirus. Ambos datos no solo se han reactivado, sino que el incremento de las infecciones se registra antes incluso de extinguirse los efectos de la sexta oleada. La anotación de medio millar de casos diarios hubiera sido considerada inaceptable en 2020 y 2021, pero hoy se encaja sin mayores traumas. En Mallorca se responde afirmativamente al interrogante que el pasado viernes planteaba el New York Times a todo el planeta , «¿Será la covid, como la gripe, una enfermedad grave ante la cual se encoge de hombros la opinión pública incluso mientras continúa causando un número elevado de muertes?».

A pesar de la determinación de las autoridades sanitarias a la hora de controlar la pandemia o imponer «nuevas normalidades», el virus opera con una puntualidad ajena a los esfuerzos por anularlo. La sexta oleada se inició a mediados de octubre, la séptima iniciada en marzo cumple con una periodicidad cuatrimensual que permite establecer una tendencia.

Ahora mismo, la incidencia acumulada del coronavirus supera en Baleares los quinientos contagios quincenales por cada cien mil habitantes. El 15 de agosto de 2020, Alemania canceló los viajes turísticos al archipiélago porque la magnitud adoptada globalmente había superado el nivel de cincuenta. Es decir, en menos de dos años se acepta con normalidad una tasa de infecciones que multiplica por diez a la que provocaba una paralización total de la actividad económica mallorquina.

En un referente temporal más cercano, el pasado cuatro de diciembre se implantó la exigencia del pasaporte covid en numerosos establecimientos de Baleares. En aquel momento, la incidencia canónica estaba fijada en torno a los 400 contagios. Aparte de que la imposición del documento multiplicó por ocho el factor que determina la propagación, su nivel actual es casi un treinta por ciento superior al que convertía la restricción en indispensable solo tres meses atrás. En el comienzo de una séptima ola que cabalga sobre la sexta, ahora mismo se han celebrado sin polémica los conciertos de Sant Sebastià que fueron cancelados con una penetración similar del virus.

Evolución de la incidencia acumulada desde el 1 de febrero DM

Por islas, las sucesivas oleadas experimentan una evolución dispar, que acaba convergiendo en datos equiparables. El abrumador peso demográfico de Mallorca define el nivel genérico de incidencia en la comunidad, actualmente en quinientos, pero Menorca se ve singularmente afectada y supera los seiscientos nuevos casos por cien mil habitantes. Por contra, tanto Ibiza como Formentera se mantienen en datos moderados. En una interpretación lógica se hablaría del lógico retroceso fuera de temporada, pero el coronavirus acostumbra a infringir los esquemas diseñados para analizar su evolución.

Según corresponde a su incipiente vigencia, la séptima ola no se traduce en aumentos preocupantes de los ingresos hospitalarios. La difusión durante las próximas semanas determinará si se están incubando los efectos graves, tal y como ha ocurrido en los ataques anteriores, o si prosigue la debilitación del virus en proporción al número de personas infectadas.

La covid se ha diagnosticado en dos años a 263 mil residentes de Baleares. Ese dato absoluto equivale a que uno de cada cuatro habitantes de la comunidad ha atravesado la infección, en más del noventa por ciento de los casos en sus propios domicilios y sin ver a un médico. Según las estimaciones más conservadoras, las cifras reales podrían doblar fácilmente a las oficiales, con los cual la mitad de la población ya se habría visto afectada.

En el capítulo de la letalidad, se sigue cumpliendo a rajatabla el principio de que el factor de riesgo más importante para fallecer de covid es la edad. Baleares mantiene una deficiente vacunación de los sectores juveniles de su censo, unida a un escandaloso desnivel del veinte por ciento en lo referente a la inmunización infantil, según los datos del ministerio de Sanidad actualizados el pasado viernes. Pese a ello, los fallecidos a causa del coronavirus mayores de noventa años superan a los difuntos con menos de setenta.

El inicio de una séptima ola en Baleares viene acompasado al comportamiento de los países europeos circundantes, a menudo clientes del archipiélago. Alemania, Reino Unido, Holanda o Austria experimentan crecimientos similares a lo largo de marzo, mientras prosigue el relajamiento de restricciones.

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