Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Musicoterapia para ‘curar’ a los más pequeños de la casa

Un total de 157 niños y niñas ingresados en el hospital de Son Espases recibieron el año pasado esta terapia complementaria, que ayuda a reducir la percepción de dolor y ansiedad vinculada a la enfermedad

Un niño ríe mientras toca un instrumento junto al musicoterapeuta Pau Català.

Joan, nombre ficticio, tiene 14 años y padece un cáncer. Hace unas semanas vio aparecer por la puerta de su habitación del hospital a un ‘tipo’ que decía ser musicoterapeuta. ¿Su primera reacción? Reticencia total. Piensa que un chico, mayor como él, no necesita ese tipo de terapias. «Soy mayor», se repite. Ahora, cuatro sesiones después, su discurso es antagónico: «Me ha ayudado esto. Empieza un nuevo comienzo».

Es la historia de Joan, pero podría ser la de cualquiera de los 157 niños y niñas ingresados en la Unidad de Oncología Infantil o UCI Pediátrica del hospital de Son Espases que durante el pasado año recibieron musicoterapia de la mano de Pau Català. Una terapia complementaria que genera desconfianza a priori -«sobre todo a los adolescentes», puntualiza el musicoterapeuta- pero que tras el transcurso de las sesiones abre un horizonte hasta ese momento desconocido. Hablamos de la liberación de la angustia y la ansiedad generada por la enfermedad que padecen. Se ponen notas y palabras a los sentimientos, dando rienda suelta a las emociones y despojándose de ese pesar que les persigue tanto a ellos, los enfermos, como a sus familiares desde que conocieron el diagnóstico.

Un pequeño y su padre, durante una sesión de musicoterapia en Son Espases.

Para Català, lo más importante es crear un vínculo con el paciente. No se trata de escuchar música -dice- sino de cómo lo hacemos. Y ese es el hilo conductor que lleva a los más pequeños de la casa a abrirse en canal. Algunos interactúan con Pau, atreviéndose ellos mismos a tocar algunos instrumentos e incluso a cantar, mientras otros optan por quedarse en la retaguardia y solo escuchan. Rectifiquemos, no solo escuchan, escuchan, sienten la música, y eso también forma parte de la terapia. Una terapia que arranca con las melodías que más les gusta a cada paciente y que acaba calando dentro. «Trabajamos la identidad, reconocer cada emoción, además del empoderamiento», sostiene el musicoterapeuta, especializado en el Método Bonny de Música e Imaginación Guiada (GIM). Al final, lo que se busca es mejorar la estancia hospitalaria de los menores así como su estado mental.

Pero ojo. Català advierte de que existen evidencias científicas de que esta terapia complementaria ayuda a reducir la percepción del dolor y la ansiedad vinculada a la enfermedad, además de fomentar la relajación y a funcionar como soporte psicológico de los pacientes y acompañantes. Es decir, que mientras los médicos tratan el cáncer en sí -asevera Pau-, desde la musicoterapia se trabaja otro aspecto fundamental: el psicológico. Aquel que ayuda al paciente a no tirar la toalla en muchas ocasiones, a enfrentarse con una actitud más positiva al duro tratamiento, o a sobrellevar la «interminable» estancia hospitalaria.

Y todo ello, remarca el musicoterapeuta, es posible gracias al apoyo financiero de Aspanob, Lions de Calvià y la Fundación La Caixa. Una parte, según Català, invisibilizada pero de gran relevancia porque sin sus fondos este proyecto no podría ser una realidad. De hecho, Pau destaca que durante el pasado año, pese a las delicadas circunstancias que han vivido las entidades golpeadas por los efectos de la pandemia, ha sido el año en el que más pacientes se han beneficiado de este programa, que arrancó en 2016 con Català como voluntario. Y si hablamos de cifras, 42 niños y niñas con cáncer han recibido musicoterapia en Son Espases, con un total de 372 sesiones. En el caso de la UCI Pediátrica, 115 menores han disfrutado de la visita del musicoterapeuta, que ha llevado a cabo 387 sesiones.

Català y el jefe de Pediatría de Son Espases, el doctor Joan Figuerola, coinciden en remarcar que este servicio no solo beneficia al paciente sino también a sus familiares, que participan en numerosas sesiones. Son un elemento más -afirman- que debe cuidarse.

En este sentido, Figuerola solo tiene palabras de agradecimiento hacia todos los que hacen posible que esta terapia siga adelante. «Es un servicio muy apreciado por todos», confiesa, al tiempo que aprovecha la ocasión para hacer una última reclamación: «A los médicos nos han educado para tratar una enfermedad pero no cómo explicarla. Por ello es necesario que nos enseñen a hacerlo, trabajando más la parte emocional». Un aspecto importantísimo y a veces, poco visibilizado.

Compartir el artículo

stats