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Entrevista
Oriol Bonnín Cirujano cardiaco

«Desde que estoy en Mallorca habré operado a unos ocho mil pacientes»

«A veces te vienen a la memoria aquellos a los que no has podido ayudar, eso se te queda grabado para siempre» - «Tiene que haber un sistema que evite que durante una pandemia queden desatendidas otras patologías muy graves como las cardiovasculares o los cánceres»

Oriol Bonnín: "Cuando llegué a Mallorca operábamos a unos trescientos pacientes cada año"

Oriol Bonnín: "Cuando llegué a Mallorca operábamos a unos trescientos pacientes cada año" M. Mielniezuk

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Oriol Bonnín: "Cuando llegué a Mallorca operábamos a unos trescientos pacientes cada año" I. Olaizola

Esta tarde ofrece usted una conferencia en la Real Academia de Medicina de Balears (RAMIB), Pasado, presente y futuro de la cirugía coronaria. ¿Se siente aún capaz de aportar cosas a la especialidad médica a la que ha dedicado toda su vida?

Escogí cirugía coronaria porque casi un cincuenta por ciento de las operaciones que he hecho han sido de esta especialidad. Desde que vine aquí y antes, en la clínica Sant Jordi, operé a muchos enfermos coronarios. Fue una época intensa en la que operábamos trescientos casos al año. Quizá para Estados Unidos y centros monográficos de esta cirugía no es una cifra muy elevada pero en España en esos tiempos sí lo era.

¿Trescientas intervenciones al año cuando montó el servicio de cirugía cardiaca en Son Dureta?

Sí, pero antes también operábamos a ese ritmo en Sant Jordi. Y si éramos la clínica que más coronarios intervenía en Barcelona, sin ninguna duda éramos también los que más operábamos de todo el país.

Y aquí llegó en el año 1992...

Sí, me acuerdo perfectamente porque fue el año de las Olimpiadas de Barcelona y el año que viene, en septiembre, se cumplirán treinta años desde que empezamos aquí.

¿Se perdió los Juegos?

No, asistí a la inauguración y estaba debajo del pebetero por donde pasó la flecha. Sí, al menos a la inauguración pude ir. Y realmente fue impactante. Son cosas que recuerdas y te vienen a la memoria ahora. Típico de cuando te haces joven [risas].

¿Sigue usted operando?

Sí, en la Palmaplanas. Pero ya no opero como antes, cuando había días en los que operaba a tres pacientes diarios y era muy intenso, tanto aquí como en Barcelona.

¿Y ahora? ¿Con qué frecuencia entra en un quirófano?

Dos o tres veces por semana, depende de los casos. Pero, siempre lo he tenido muy claro, cuando operamos a un enfermo no está el cirujano solo. Aparte de los anestesistas y todo el equipo, siempre tengo compañeros al lado. Siempre he visto la cirugía cardiaca como una cirugía de equipo.

Pero dentro de un equipo siempre hay quien manda...

Sí, siempre debe haber una persona que es el responsable en todos los aspectos, ya sean legales o médicos. Pero precisamente por esto debes tener el soporte de personas que tengan tanta experiencia casi como tú para que el enfermo se sienta seguro en tus manos.

¿Ha calculado alguna vez cuántos corazones mallorquines han pasado por sus manos?

Bueno, aquí en Mallorca no solo operamos a mallorquines, también intervenimos a personas que no lo son.

"El cariño que siento hacia los baleares ha tenido una correspondencia incluso superior"

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Cambio la pregunta, ¿a cuántos pacientes ha operado desde que montó el servicio en Son Dureta?

Desde que estoy aquí en Mallorca calculo que habrán pasado unos ocho mil pacientes. Tendría que calcularlo pero creo que habrán sido entre siete mil y ocho mil pacientes. También he operado a muchos extranjeros, alemanes, ingleses...

¿Venían ex profeso a que usted les interviniera?

Bueno, ha pasado en algunos casos para mi propia sorpresa [risas]. Y, algo que en Barcelona no pasaba, aquí creo que he operado a todas las nacionalidades. He operado a rusos, checoslovacos, de todas las nacionalidades. El cosmopolitismo de esta isla es algo que la gente no lo tiene en consideración pero a mi sí que me llama la atención que ciudadanos extranjeros se dejen operar aquí del corazón.

¿No se habrán dejado operar por las buenas referencias que tienen de usted?

De todos, no soy yo solo. Una de las cosas de las que estoy más orgulloso es del equipo que he tenido al lado. Creo que la mayor satisfacción personal que puede tener un cirujano que inaugura un servicio quirúrgico es que, cuando él desaparezca, el servicio siga haciendo las cosas tan bien o mejor que cuando estaba él.

¿Le enorgullece que su servicio de cirugía cardiaca pueda llegar a ser de referencia para todo el país en reparaciones complejas de la válvula mitral?

Sí, porque tiene un experto que supe escoger muy bien que es José Ignacio Sáez de Ibarra. Lo tuve muy claro cuando vi que había oportunidad de incorporarlo al equipo. Ya ha venido mucha gente a operarse aquí de la válvula mitral por él.

Me ha comentado que en el hospital de San Pablo llegó a operar hasta a 120 pacientes con patologías coronarias congénitas, ¿no lamenta que esta comunidad carezca de cirugía cardiaca pediátrica?

Bueno, cuando empecé en la Miramar operamos a cerca de un centenar de niños mayores de un año, menores no podíamos. Y no se llegó a desarrollar el servicio porque empezó a bajar progresivamente la patología coronaria congénita de la mano del diagnóstico prenatal y del aborto terapéutico.

Es usted doctor honoris causa por la UIB, premio Ramon Llull, medalla de oro de la comunidad autónoma y uno de los contados médicos eméritos en nómina del Servei de Salut. ¿Se siente reconocido por la sociedad balear?

Inesperadamente reconocido. Ha sido una de las mayores sorpresas de mi vida. Si me llegan a decir que me iban a dar todo esto cuando vine a Mallorca no lo hubiera creído. No sé qué decir. Tengo que dar las gracias continuamente. Una cosa que me anima y me llena de satisfacción es que me paren por la calle. Y me pasa con mucha frecuencia. No sé, creo que el cariño que siento hacia la gente de Balears ha tenido una correspondencia superior incluso a mi dedicación. La verdad es que tanto premio no me lo esperaba. ¡Y ahora encima me dan otro! [En alusión a su recepción de hoy como académico de honor de la RAMIB].

¿Qué opina de este último reconocimiento?

Que estoy un poco acomplejado porque algunos de los miembros de honor que me han precedido han recibido el premio Nobel, entre ellos el francés Jean Dausset. Y hay eminentes personalidades como Ciril Rozman o Santiago Grisolia. Pienso que estoy muy lejos de ellos. Hubo un tiempo en el San Pablo que dediqué mucho tiempo a la investigación pero luego tomé la decisión de dedicarme a los pacientes...

El doctor Oriol Bonnín, que ha operado a miles de mallorquines, posando ayer en un pasillo de Son Espases. | M.MIELNIEZUK

Y esa ha sido la causa por la que ahora le paran por la calle...

Sí, me hace mucha ilusión aunque a veces me pregunto ‘¿cómo es posible que me reconozcan con la mascarilla?’ [risas]. Aunque sé que es la manera que tienen de expresar su agradecimiento.

Estos son los buenos momentos. ¿Y los malos?

Los momentos más duros son cuando no puedes ayudar a la gente. Ya lo decían mis profesores, que en cirugía cardiaca no hay caso fácil. Y eso hay que tenerlo siempre en cuenta porque cuando menos te lo esperas puede surgir una complicación que te impide ayudar al paciente. A veces te vienen a la memoria aquellos a los que nos has podido ayudar. Esto la gente no lo sabe pero te queda grabado para siempre. Es un aspecto de la profesión que te impide ir por el mundo presumiendo de nada porque tienes que ser muy cauto.

¿Cuál ha sido su momento más duro en un quirófano?

He tenido varios y con enfermos de todas las edades. Y me sabe tan mal que se me muera una persona joven como una persona mayor. Todos tienen sus familias. Lo que pasa es que en cirugía cardiaca el órgano que tocamos es vital y hay veces que otros motivos, como trastornos de la coagulación, hacen imposible sacar adelante al paciente. A mí la palabra éxito no me gusta en Medicina. Simplemente nos dedicamos a una profesión que intenta ayudar a las personas en un momento de sus vidas. No salvamos a nadie, ayudamos a las personas a que continúen con sus vidas. Salvar no es una palabra que me guste. Como tampoco hablar de éxito quirúrgico.

Tengo testimonios de dos hijos de pacientes suyos que se quedaron asombrados por su dedicación a ellos...

Es que el paciente es responsabilidad mía, lo he entendido siempre así. Cuando el paciente viene y te pide que le operes no solo te está pidiendo una técnica quirúrgica. Pasas a ser su médico también en el seguimiento por si tiene problemas en el postoperatorio e incluso cuando salga de alta. Y esto siempre lo he tenido muy claro por lo que no me cuesto ponerlo en práctica, me sale de dentro, no hago ningún esfuerzo. Por eso me he dedicado a esta profesión.

¿Cómo ha afectado la pandemia de covid-19 a la actividad asistencial de Son Espases?

La pandemia ha bloqueado todas las UCI. Durante unos tres meses no pudimos operar a enfermos ni siquiera en la Palmaplanas. También el miedo a contagiarse ha retraído mucho la asistencia de pacientes al hospital. Ha llegado la consulta telefónica o telemática, con la que no estoy de acuerdo porque soy de la opinión que hay que ver al enfermo. Lo primero que me fijo cuando entra es ver cómo anda, la cara y los ojos que tiene, y por teléfono eso no lo puedes ver. Pues bien, en alguna ocasión he percibido que el paciente se fatigaba al hablarme y le decía que viniese enseguida porque si se fatigaba al hablarme qué le pasaría al caminar [risas]. Pues bien, muchos han llegado en una situación crítica que obligaba a operarlos y con los que te preguntabas cómo estaban aún vivos.

¿No cree que se han dejado de lado otras patologías?

Sí, pero ha sido tan grande el impacto social que lo otro se olvida. Quedaron olvidadas las patologías cardiovasculares que son la principal causa de muerte y también los enfermos con cáncer. Y esto no puede ser. Tiene que haber un sistema que lo evite. Lo que pasa es que cuando hay una pandemia, el terror es el contagio.

En corto

El doctor Oriol Bonnín se toma con deportividad que solo sus pacientes mallorquines le pregunten si está jubilado, algo que asegura que no hacen los extranjeros. Y tiene bien claro que no le sorprenderán dentro de un quirófano a los 90 años: «¡Ni hablar!». A sus 74 años, confiesa que aún es de los cirujanos que empieza una operación y la termina. Aunque algunas se han prolongado durante más de doce horas por complicaciones sobrevenidas en las que este cirujano ha estado al pie del cañón porque, confiesa, «soy muy cabezón». Para aguantar estos maratones quirúrgicos hay que estar en plena forma física y mental, y el doctor Bonnín confiesa que se cuida. Apenas bebe, come con moderación y camina con asiduidad «en un lugar tan bonito como Mallorca». Y nunca ha tenido un paquete de tabaco en el bolsillo: «Es el enemigo público número uno de la salud». Cuando se jubile se irá con su numerosa familia a Barcelona, aunque promete no perder el contacto con Mallorca. Una relación que viene de antiguo con su apellido ‘xueta’ y una tía de su padre, residente en Sóller.

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