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Boulevard | Los nativos han de ser convivientes, los turistas no hace falta

Luis Magrinyà figura en la lista de los «55 libros de la literatura española del siglo XX» junto a Azorín, Unamuno, Juan Benet, Cela, Ramón J. Sender, Sánchez Ferlosio o Martín-Santos

Ni mallorquines ni alemanes, el ruso Alexei Mordashov es el dueño a través de TUI de la isla que vigila su macroyate en Portals.

Es indignante que los mallorquines gocen de la misma isla que los turistas por menos dinero. Por tanto, el Govern ha materializado el sueño de quienes mandan en Mallorca, consistente en demostrar a los nativos que tienen menos derechos que los turistas. Aunque no conozco a nadie que cumpla la normativa de los convivientes, ni en la conselleria de Sanidad, los aborígenes han de respetar ese vínculo si desean reunirse sin ser machacados por la policía socialcomunista. En cambio, los visitantes extranjeros pueden reunirse en número ilimitado en una habitación de un hotel, con total independencia del lazo que les una. Sin acoso policial, compartiendo bares, restaurantes, gimnasios y piscinas.

Los nativos han de confinarse en sus casas y mantener una distancia de seguridad de diez metros con los turistas. En cambio, los invasores alemanes no hace falta que sean convivientes. El Govern transmite así su convicción de que los mallorquines no solo son indeseables beneficiarios de una isla en la que nacieron por accidente, sino encima contagiadores de la plaga. Por cierto, damos la bienvenida a quienes acaban de descubrir esta paradoja. Recuerden dónde leyeron dos domingos atrás que «Es curioso que no se precise que los restaurantes de hoteles están exentos de las restricciones a la restauración de calle, los turistas conservan derechos mutilados a los nativos».

En el Estado de Alarmismo, hay que proteger la inmunidad de los visitantes extranjeros creando ghettos en los hoteles, movilizado a la policía para que no se mezclen por accidente con los paleomallorquines contaminantes. Más adelante, se señalarán calles, carreteras, paisajes, catedrales y grandes almacenes exentos, donde solo tengan derecho de acceso los turistas. En efecto, es un invento acreditado de los países comunistas, los Tuzex checos.

Este disparate se entiende mejor examinando la talla de quienes nos dirigen. Desde diciembre, el Govern anuncia cada semana que la semana siguiente empieza la vacunación masiva. En dos ceremonias consecutivas de presentación de la inmunidad de rebaño, la viceconsellera Patricia Gómez anunció la inyección a personas entre 95 y 112 años. Y como nunca deja de rematar un disparate, añadió que en Balears hay seis ancianos “que ya han cumplido los 112 años”. Este dato no solo es falso, sino que precisa de una ignorancia monumental para mantenerlo en público, otra prueba de en qué manos se ha dejado una pandemia donde es fundamental la soltura numérica. Y si el Govern conoce a un solo mallorquín con más de 112 años, a qué espera para el homenaje consiguiente. La fantasía también mata.

En la imagen de B. Ramon que hoy nos ilustra, la estampa del todopoderoso yate Nord de Alexei Mordashov se inscribe erróneamente en la sección de visitantes extranjeros. Todo cambia al recordar que el oligarca posee un 25 por ciento del falso turoperador alemán TUI, por lo que es propietario en buena medida del turismo mallorquín. En la embarcación de 142 metros, que lleva el nombre de su compañía minera Nordgold, viaja en realidad el dueño de la isla. Sus 30 mil millones de euros de músculo no solo superan a la suma de los grandes hoteleros, sino que controlan a buena parte de ellos, como Riu sin ir más lejos. Ni mallorquines ni alemanes, siervos de un señor estepario. Para los dubitativos, valga de confirmación la frase de Naomi Riu en este diario, “en España dependemos completamente de TUI”. O sea, “en España dependemos completamente de Mordashov”.

El reputado crítico Constantino Bértolo ha recogido en ¿Quienes somos? un balance de «55 libros de la literatura española del siglo XX». Y allí, entre Azorín, Unamuno, Juan Benet, Cela, Ramón J. Sender, Sánchez Ferlosio o Martín-Santos, refulge Belinda y el monstruo del mallorquín Luis Magrinyà. La justicia del reconocimiento no disminuye la admiración ante la elevación de los seis relatos a cumbre literaria, por demostrar que «el amor a finales del siglo XX todavía seguía existiendo». Nos falta espacio para los elogios del autor de la recopilación, pero nos cabe el resumen, «un lujo».

Reflexión dominical palaciega: “Sabíamos que Valle-Inclán radiografiaba a Isabel II en La corte de los milagros, no imaginábamos que retrataba asimismo a sus descendientes”.

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