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Platja de Palma vacía, en el atípico verano de la pandemia.

El verano está cada vez más lejos | Por Matías Vallés

Los arrebatos de remordimiento de un articulista surgen por el trato tal vez excesivo dispensado a una persona, raras veces el arrepentimiento se debe a un número. Sin embargo, una vez que el recuento de nuevos contagios de coronavirus dobló en Balears el cabo de Mala Esperanza de los doscientos casos diarios, la publicación de que la comunidad marchaba al ritmo de cien mil enfermos anuales suscitaba cierta trepidación en el escribiente. Apetecía pedir perdón, por sembrar el alarmismo en medio de la alarma.

Pues bien, Mallorca navega hoy a un ritmo acompasado de doscientos mil enfermos al año. Si se toman en consideración los setecientos contagios de ayer, la cadencia apunta hacia trescientos mil casos anuales, la mitad de la población adulta de la isla. Por tanto, las medidas tan espectaculares como huecas que prodiga el Govern solo enmascaran una carrera desenfrenada en pos de la inmunidad de rebaño. Y si no alcanzan la invulnerabilidad natural, los mallorquines tienen por lo menos garantizado el estabulamiento desde hace un año. Como ganado.

A Mallorca solo puede salvarle un verano cada vez más lejano. La isla encadena tres inviernos consecutivos, con otras dos estaciones frías en lontananza. Apostar ahora mismo por una temporada turística de mínimos en 2021, es una irresponsabilidad. Aunque sea con temor a arrepentirse, cabe plantear que se añoren las cifras de visitantes de 2020. Antes de espantarse, recuerde que los datos de contagios de este año superan los peores hitos de su predecesor.

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