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Opinión

El semáforo redondea el caos normativo

Más sangre fría y menos legorrea. Europa ideó en verano un semáforo con tres colores, para colocar en rojo a países como España y a regiones como Balears. Al institucionalizarlo, todo el continente enrojeció, inutilizando el artefacto. España concibió un artilugio semafórico en otoño, cruzando parámetros diversos como incidencia y saturación de UCI. En teoría sigue vigente, ¿lo ha visto usted utilizado alguna vez?

Balears se suma en invierno a la fiebre semafórica. Armengol lo plantea como una herramienta, cuando es un castigo, salvo que se acepte el enunciado de «los ciudadanos tendrán a partir de hoy a su disposición una cárcel». Un semáforo ha de simplificar el tráfico, aquí solo redondea el caos normativo. Su luz ilumina la preocupante desorientación de las autoridades, a remolque de las decisiones que va tomando el coronavirus.  

El Govern descarga tramposo su responsabilidad sobre el semáforo más lento del mundo, solo cambia de color quincenalmente. Así, la actualización del 15 de diciembre decidirá el mapa de Navidad. No se necesitan niveles de alerta para saber que Ibiza y Mallorca están peor que Menorca, a su vez mejorada por Formentera. El nivel cero coincide con el sueño de Sánchez, unos quince casos diarios hoy ilusorios en Balears. Con la pandemia atascada, las cosas van mal pero no demasiado, así se expresa el único semáforo real. El Govern lo pone en guay.

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