Adrián Barbón es el presidente de Asturias, y El País le pregunta por la excelente segunda temporada del coronavirus en su comunidad:

-¿Qué distingue a Asturias, por qué tiene los mejores datos?

-Prefiero decir que son los menos malos.

El éxito asturiano se prolonga pues a una interpretación modesta de los resultados. Balears acompañó a la región cantábrica durante la bonancible primera ola, para despeñarse en la segunda hasta el triste liderazgo de las regiones europeas en la proporción de nuevos contagios. Después de dos semanas consecutivas por debajo de doscientos nuevos casos diarios, el archipiélago puede para frasear a Barbón. La pandemia en Mallorca no va mejor, va menos peor.

El premio a esta evolución favorable ha consistido en dejar a Palma fuera de la lista ministerial de «territorios con una incidencia superior a quinientos casos por cien mil habitantes», una «situación extrema» que obligaría a «medidas de choque». Balears se encuentra confortablemente a la mitad del listón que dispara las alarmas, a excepción de Ibiza que va a pagar en restricciones el mimetismo de verse incrustada entre los diez municipios madrileños más castigados. Por si su propia situación no fuera preocupante, el archipiélago paga las facturas de la pandemia descontrolada en Madrid.

La estadística es un arma de doble filo, y el índice de nuevos contagios en relación a la población no peca de infalible. Si se imagina un pueblo con cien residentes, la aparición de un solo enfermo de coronavirus supondría una tasa de mil casos por cada cien mil habitantes. Es decir, se dobla el índice señalado por el ministerio de Sanidad y se multiplica por diez la relación que Alemania tacha de inaceptable. Según el acuerdo del Consejo Interterritorial, habría que vallar el municipio impidiendo las entradas y salidas, cuando parece más razonable aislar al único paciente activo. La debatida resolución ministerial contempla excepciones para focos que distorsionan la contabilidad, pero se mantienen las dudas sobre la inexpugnabilidad del concepto exportado por Berlín.

Con más motivos que Balears para sentirse exultante, el presidente Barbón explica que «hay quien habla del éxito asturiano, pero quiero dejar claro que no hay ningún éxito cuando hemos tenido casi cuatrocientos fallecidos». Al margen de la cifra, notablemente superior a los tres centenares de defunciones por coronavirus registrados oficialmente en Balears, se acierta al poner el énfasis en la estadística más sustancial.

En relación a los enfermos confirmados, Balears presenta una tasa de mortalidad del tres por ciento, elevada y que refleja la existencia de un notable número de personas que han padecido la covid por debajo del radar de la detección. La introducción de este matiz no evita la necesidad de una explicación a la apreciable mortalidad. Al margen de la edad de los fallecidos, el asturiano Barbón recuerda que «el 38 por ciento del presupuesto del Principado va a Sanidad, somos la segunda comunidad que más invierte». Por contraposición, Balears es la región española con menor número de médicos de atención primaria.

La gráfica que representa la distribución porcentual del total de fallecidos, frente a los días que viene durando la pandemia, no solo refleja los perfiles acusados de las dos oleadas. También rinde la evidencia de que la reanudación a mediados del verano ha resultado más mortífera en Balears que en el conjunto de España. Siempre atendiendo al número de defunciones en los ámbitos respectivos, porque la letalidad global en Balears es inferior a la media estatal, que además fue salvajemente maquillada y redundó en el descrédito de las estadísticas españolas.

Son Espases insiste a través de su comité de crisis en que el ritmo de ingresos se halla por debajo de los tres escenarios que se plantearon con el rebrote, un dato confirmado en el ocho por ciento balear frente al 8,8 por ciento estatal en camas ocupadas. Este dato tranquilizador se invierte en la UCI. El pasado viernes, Balears todavía superaba ligeramente en casos críticos a la media nacional.

La resolución del ministerio de Sanidad para condenar a Madrid bajo la ficción de que se establecen unos parámetros estatales, y que se ha llevado a Ibiza por delante, ofrece motivos para la perplejidad. Seguramente es la única disposición de dicho rango que apela a «las medidas de prevención que estarán disponibles en los próximos meses, como la vacuna frente a la covid-19». Dar por hecho un procedimiento inmunizador va en principio más allá de las prerrogativas gubernamentales.

El principal motivo de satisfacción para Mallorca no radica en la cifra de nuevos contagios, sino en el hundimiento del número de PCR que dan positivas. Se ha reducido a una tercera parte de los que fueron habituales en el auge de la segunda oleada, por debajo ahora de las exigencias de la OMS y próximas a las más exigentes del Centro Europeo de Control de Enfermedades. Ni confinamientos ni restricciones bastan para explicar un retroceso matizado, de lo pésimo a lo menos peor.