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Testimonio

La luz al final del túnel

Sanitarios de Son Espases explican las múltiples necesidades asistenciales motoras, psicológicas e incluso nutricionales que precisan los enfermos de Covid-19 tras salir de largas estancias en las UCI

Manuel Gallego, un técnico de laboratorio de la UIB formado a sí mismo y hoy en día jubilado, ha vuelto a nacer a sus 78 años tras permanecer ingresado durante 44 días en la UCI de Son Espases por Covid-19 por Covid-19 con un pronóstico incierto.

"Sabía que estaba mal. Oía voces y alguna vez escuché a algún sanitario de los que me atendían decir que tenía un pie más fuera que dentro. Y empecé a preocuparme cuando a uno de mis hijos le dieron la ropa con la que había ingresado, como si ya no podría hacer uso de ella más", comienza este paciente a relatar la que ha sido la experiencia más traumática de su existencia.

"¿Que cómo me sentí al ir recuperando la consciencia? Estaba muy cansado pero, al mismo tiempo, esperanzado. Porque veía que me venían a ver, que me tomaban la tensión, que me medicaban y me hacían pruebas. Y eso solo podía significar una cosa. Que estaba saliendo", confiesa.

"Soñaba cosas como que entraba en un túnel muy oscuro con una pequeña luz al final, esa imagen de la que te hablan todos los que han pasado por ese trance, y yo pensaba '¡Dios mío, no me quiero morir!' También escuchaba oraciones, a personas que estaban rezando por mí", explica su experiencia onírica Manuel antes de quejarse que, ahora ya en planta, le cuesta muchísimo conciliar el sueño. "Esta noche a las cuatro de la madrugada estaba con los ojos como platos", revela.

Manuel trasmite optimismo y asombra cuando dice que, debido a su carácter nervioso, todavía tiene impulsos de levantarse y salir corriendo pese a que a los seis o siete días de haber salido de la UCI apenas aguanta una hora sentado al día. "Mi hijo es fisio y enfermero y me ayudará a recuperarme", encuentra remedio para todo.

Por ello, pese a que salió con la garganta muy dolorida - "cada vez que tragaba es como si me pasaran una escobilla del vater de arriba abajo", explica-, agradece sobremanera la retirada de la sonda y haber empezado a comer alimentos sólidos, aunque triturados. "Pese a lo que dicen de la comida del hospital, yo todo lo encuentro buenísimo. Hoy me han dado arroz y pescado y me ha sabido riquísimo", sorprende.

"¿Desorientado? No. Y las ganas de hablar, como verás, tampoco las he perdido", subraya con ironía este paciente que al parecer se contagió en un viaje del Imserso a Huelva a finales de marzo y que, después de 44 días en una unidad de críticos, parece contradecir todo lo que los especialistas detallan sobre las graves secuelas postUCI de estos pacientes a continuación.

Antes de despedirse, este andaluz que llegó a Mallorca siendo apenas un niño, se conjura para no volver a salir de una isla en la que, subraya categórico, "nunca he pasado hambre. Y quiero dar las gracias a todo el personal que me ha atendido. A Sandra que me ponía colonia y me peinaba en la UCI como si fuera mi hija. Y también quiero aprovechar para pedir perdón a los sanitarios que se hayan podido sentir ofendidos. A veces no era consciente del dolor y chillaba mucho. Si he ofendido a alguien, le pido perdón", concluye Manuel.

Antes de recabar este testimonio, este periódico se reunió con Naimah Koulaimah, jefa del servicio de Rehabilitación de Son Espases, la intensivista Begoña Guardiola y con la internista Pilar Salvà, médico residente de esta especialidad que el pasado miércoles, día en el que se realizó este reportaje, precisamente acababa sus cinco años de formación en el centro de referencia de Balears.

Naimah Koulaimah, Begoña Guardiola, Javier Murillas y Pilar Salvà resaltan que el trabajo rehabilitador es multidisciplinar. B. R.

La doctora Salvà llegó acompañada por Javier Murillas, jefe del servicio de Medicina Interna que, junto a los neumólogos y los intensivistas de la UCI, son los especialistas médicos que más han bregado en esta crisis sanitaria provocada por el SARS-CoV-2. Una crisis cuyo peor momento parece haber pasado. Las cifras y datos que aportan los profesionales sanitarios que los manejan así parecen atestiguarlo.

"Hemos tenido a 55 pacientes con Covid-19 en la UCI. Hoy (por el pasado miércoles) tenemos aún ingresados a trece. Veinticinco han sido dados de alta y hemos lamentado 17 exitus", enumera la doctora Guardiola.

De 120 a 15 pacientes

La planta de hospitalización reservada para estos pacientes infecciosos tampoco sufre en estos días la aglomeración de enfermos que ha llegado a tener. "Hoy tenemos tan solo a 15 en planta, pero hemos llegado a tener a 120 personas ingresadas", corrobora Murillas.

No todos los pacientes dados de alta de la UCI están ya en su casa. El propio Manuel Gallego, que lleva ya varios días en planta, hace cuentas con permanecer todavía un mes ingresado. Porque los 44 días que ha estado en la unidad de críticos le ha pasado factura. Precisa de rehabilitación para recuperar la masa muscular perdida y el fisioterapeuta le visita cada día con normalidad ahora que ya está libre del virus. Será un proceso largo, asume, siendo plenamente consciente de que apenas aguanta una hora sentado antes de comenzar a padecer fuertes dolores. Estudios médicos han fijado que en 10 días de inmovilidad total se llega a perder hasta el 20% de la masa de algunos músculos. Y Manuel ha estado 44 días en la UCI.

"Los pacientes Covid pasan entre 33 y 62 días en la UCI, con una media que oscila entre los 50 y los 55 días", acota la doctora Guardiola señalando que la estancia media de un paciente en estado grave con cualquier otra patología se alarga, como mucho, entre 10 y 15 días.

Y si estos últimos precisan de seguir con las terapias de rehabilitación en sus domicilios hasta durante un año una vez que han sido dados de alta, estos profesionales no se atreven a aventurar qué necesidades tendrán estos pacientes Covid con estancias notoriamente más prolongadas. "No sé, no lo sabemos. ¿Dos? ¿tres años?", aventura la especialista Koulaimah.

"Si un paciente no Covid que ha pasado unas tres semanas en estado grave en la UCI puede requerir asistencia durante un año para revertir las secuelas físicas y psíquicas de su estancia en la unidad de críticos, ¿cuánto tiempo puede necesitar un paciente Covid que ha estado ingresado mucho más tiempo? No lo sabemos", admite el jefe de Medicina Interna.

"La rehabilitación ya comienza cuando aún permanece en la UCI", subraya no obstante Murillas. "Precisan de rehabilitación, de ayuda psicológica, nutricional? se les hacen movilizaciones desde la cama hasta el sillón", apunta su compañera Guardiola. "¿Desde cuándo? Dependerá de su grado de colaboración, el paciente no debe estar muy sedado", concluye la jefa de rehabilitación.

Porque, y aquí coinciden todos, la medicación que reciben estos pacientes para obtener el coma farmacológico deseado produce no solo la debilidad muscular provocada por el prolongado periodo de inmovilidad, sino también episodios de delirium, esto es, un deterioro global físico y cognitivo.

"Salen muy decaídos, psicológicamente tocados, con su capacidad motora muy débil y deteriorada porque la inflamación con la que cursa la enfermedad les hace perder más músculo. A nivel respiratorio suelen salir autónomos (sin necesidad de ventilación asistida) aunque con muchas secuelas, con fatiga al mínimo esfuerzo", continúa la intensivista.

Con fibrosis pulmonar

A pesar de que el tratamiento de la enfermedad provocada por este nuevo y desconocido virus aún deparará muchas sorpresas y novedades, sobre lo que ya parece que existe evidencia científica es sobre que el SARS-CoV-2 provoca fibrosis pulmonar (el tejido pulmonar se lesiona y se cicatriza perdiendo parte de su función respiratoria) en los pacientes a los que coloniza. "La inflamación que provoca el virus ocluye la venas pulmonares y acaba provocando una trombosis o una embolia pulmonar", corrobora Murillas.

Lo que aún se desconoce porque aún hay estudios muy incipientes en marcha es si la enfermedad daña a largo plazo el tejido pulmonar e impide su correcto funcionamiento debido a la inflamación y las cicatrices provocadas por la patología.

Pero no solo salen con traqueostomizados y con la función pulmonar resentida, las cuerdas vocales también se han visto afectadas tras soportar durante semanas el cuerpo extraño que son los respiradores. Por ello precisan de logopedas no solo para recuperar la función del habla sino también la de la deglución para poder ingerir alimentos.

"No cierran bien las cuerdas vocales y no pueden tragar", explican más coloquialmente. "Y sus huesos también están desnutridos", apunta la recién egresada como especialista en Medicina Interna Pilar Salvà, que subraya que el objetivo de todas estas terapias postUCI pasa por que los pacientes, en la medida de lo posible, "puedan valerse por sí mismos, recuperar la vida que llevaban antes de su ingreso".

El aislamiento, mal compañero

Aparte de las prolongadas estancias en las unidades de críticos, la otra baza que juega en contra de los pacientes Covid-19 es el obligado aislamiento que lleva aparejado un diagnóstico por el nuevo patógeno.

"El efecto aislamiento es muy perjudicial para estos pacientes, que carecen de estímulos de ningún tipo y sufren problemas psicológicos. No hablar con nadie, ese aislamiento social les deprime", explica la doctora Guardiola aclarando que una persona con una estancia de 60 días en una UCI, "a los 20 o 25 días ya empiezan a ser conscientes de su situación. Por eso les hablamos, les explicamos cosas".

Como son muy conscientes de que ese aislamiento social y el decaimiento que provoca ralentiza el proceso de curación, a los pacientes de la UCI se les permite realizar videoconferencias con sus familiares mediante tabletas y, más recientemente, que puedan ser visitados por sus allegados, evento que antes solo se permitía en los momentos finales, para posibilitar una fría despedida sin contacto físico.

"Ahora permitimos entrar a un familiar media hora al día y establecemos turnos. Solo pueden entrar tres familiares por unidad y día (cada unidad de UCI cuenta con 12 boxes). No pueden acceder a la habitación, pero les dejamos la puerta entreabierta para que puedan hablar con ellos", explican.

Como han perdido la musculatura necesaria para tragar, suelen salir de la UCI con la sonda nasogástrica que solo se les retira en torno a las dos semanas, cuando la rehabilitación para recuperar la función de la deglución prospera.

Y este nuevo virus provoca que cualquier nueva inflamación conlleve más riesgos de trombosis venosas en las extremidades inferiores y en los pulmones.

"Es un virus muy agresivo que puede provocar un fracaso en todos los órganos", concreta la intensivista resaltando por ello que su abordaje requiere de una acción multidisciplinar en la que participan especialistas en pacientes críticos como ella, internistas, rehabilitadores y fisioterapeutas, neumólogos y psicólogos y nutricionistas, además de un buen complemento de enfermería.

También confirma para acabar Murillas que la Covid-19 provoca en ocasiones respuestas inmunitarias tan exacerbadas como dañinas para el paciente aunque esa destructiva reacción del sistema inmunitario no es común a todos los afectados por lo que se piensa que detrás podría haber causas genéticas. Una de las muchas incógnitas de este nuevo virus aún por resolver.

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