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Análisis

Cuánto coronavirus podemos soportar

En la cita mil veces distorsionada, Gertrude Stein le recomienda a Robert Graves que se instale en Mallorca "si puedes soportar tanto paraíso". Un siglo más adelante, los visitantes extranjeros con destino a la isla han de decidir cuánto coronavirus pueden soportar, a cambio de mantener su rutina vacacional. Las estadísticas de la pandemia son benévolas en la isla por comparación con la atroz media española, pero siguen alejadas de la erradicación.

En la lógica catastrofista que se ha impuesto en los últimos tiempos, puede concluirse con cierto alivio que el coronavirus no acabará con todos los mallorquines. A cambio, Mallorca tampoco acabará con todo el coronavirus, lo cual abre la fase transaccional en la que se habían instalado con maestría los indígenas antes de quedar desarbolados por la pandemia.

Conforme pasan los días, se diluye la hipótesis del final feliz hollywoodiense, en que los confinados abandonan sus refugios para quedar deslumbrados por un cielo resplandeciente. Según la cadencia de las cifras, se despertaron y el coronavirus seguía ahí, lo cual obliga a plantear la espinosa convivencia con el microorganismo.

La vuelta a la normalidad hospitalaria, con el redescubrimiento de las enfermedades anteriores al coronavirus, surge del examen minucioso de la progresión de la enfermedad. El ritmo actual aporta unos veinte nuevos casos diarios, tal vez por debajo de quince con el calor. Y una frecuencia en torno a tres fallecimientos. Es decir, un millar de muertos y sobre los cinco mil infectados anuales.

Mallorca está en la casilla de salida, pero ni siquiera el confinamiento radical auspiciado por tres de cada cinco encuestados por el CIS garantiza la limpieza absoluta. Al igual que ocurrió en el descuido culpable del Govern al estallar la pandemia, un leve error en estos momentos de corrección del rumbo multiplica sus efectos en un breve plazo. El secreto es migrar de la falsa guerra en curso a la indiferencia. Si sirve de indicio, las cifras actuales de sida hubieran sido consideradas insoportables en los años ochenta, y hoy no dan ni para un titular.

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