El coronavirus ha obrado en Son Banya el milagro que durante años pretendieron las Fuerzas de Seguridad: cortar, al menos en apariencia, la venta de droga. Varios vecinos del poblado colocaron ayer al mediodía una improvisada barrera, con un gran cartel apoyado en un sofá que rezaba: Prohibido el paso a todas las personas ajenas al poblado. Se trata de un intento de los residentes de frenar el contagio a la pandemia.

Al parecer se trata de una medida adoptada por las familias que todavía residen en el poblado, preocupadas por la extensión del coronavirus.

Sobre las doce del mediodía de ayer un grupo de vecinos colocó un gran cartel apoyado en un sofá. Allí mismo, uno de los residentes pintó la advertencia, que prohíbe el paso a todos aquellos que no vivan en el poblado. Se trata de una medida de precaución para alejar a aquellos escasos consumidores de droga que desafiaban los controles policiales instalados en la zona para tratar de conseguir una dosis.

Vida normal en el poblado

El domingo por la tarde lucía un sol de primavera que invitaba a salir a la calle, y los vecinos de Son Banya no dejaron de hacerlo. Testigos que recorrieron las calles del poblado constataron el escaso cumplimiento de las órdenes de confinamiento derivadas del estado de alarma para tratar de frenar la pandemia de coronavirus.

Una treintena de personas permanecía en las calles del poblado, muchas de tertulia en sillas instaladas frente a sus casas. El asentamiento, reducido a la mitad de su tamaño por los desalojos forzados y derribos de construcciones ilegales durante los últimos años, aún mantiene activos media docena de puntos de venta de droga. La afluencia de drogadictos se ha visto muy mermada por los controles policiales, pero todavía hay algunos toxicómanos, aunque escasos, que van allí a por su dosis.

Los diferentes cuerpos policiales mantienen frecuentes controles en los alrededores del poblado, en un intento de evitar la entrada y salida de drogadictos en el poblado, que pueden propagar la epidemia de coronavirus. Aparte de la presión de los grupos de seguridad ciudadana, agentes de paisano realizan discretas vigilancias en la zona para mantener un control sobre los grupos de todavía trafican con droga en el poblado.

Durante algunas de las inspecciones realizadas durante los últimos días, los agentes han constatado que los vecinos del poblado apenas han variado su forma de vida tras la declaración del estado de alarma y las órdenes de confinamiento.

El domingo por la tarde, mientras un sol primaveral calentaba la isla, había una treintena de vecinos del poblado haciendo vida en la calle, sin respetar el confinamiento obligado por el estado de alarma. Frente a varias de las viviendas había grupos de vecinos de tertulia, con sillas en la calle.

Los investigadores calculan que en la parte del poblado que no ha sido desalojada sobreviven media docena de puntos de venta de droga, aunque el negocio ha caído mucho desde que se decretó el estado de alarma.

Durante la tarde del domingo apenas fueron visibles un par de personas que se acercaron al lugar para tratar de conseguir una dosis.

Estos casos previsiblemente serán mucho menores desde que ayer por la mañana los mismos vecinos colocaron el cartel instando al personal ajeno al poblado a alejarse.