Cataluña, Euskadi, Galicia, Valencia, Asturias, Navarra, Cantabria, Canarias...y Teruel. Pero Balears, no. Las últimas elecciones generales dibujaron el escenario político con mayor presencia de marcas territoriales en España. En su mayoría, fuerzas sin aspiraciones independentistas y, en varios de los casos, sin un eje ideológico demasiado definido, ubicándose en el centro o en la transversalidad. Y ante el éxito de tantos referentes, la desesperación en las filas de El Pi. El partido del centro regionalista en las islas que, lejos ya de poder llevar la agenda balear a Madrid, también topó en las últimas elecciones autonómicas con su propio techo: con los mismos diputados, sin lograr entrar en Menorca o Eivissa, apenas manteniendo sus votos y sin ser decisivos para la formación del Govern. Un duro revés, especialmente por el desánimo generado, que ha acabado por reventar las costuras de la formación, con la precipitada dimisión de su presidente, el histórico político pobler, Jaume Fontprecipitada dimisión de su presidente, el histórico político pobler, Jaume Font.
Sin presencia en los medios nacionales y con una marca que, en muchas ocasiones, ni suena en las zonas urbanas, especialmente en Palma, El Pi todavía representa un significativo espacio político. Y es que mientras se apunta a unos resultados políticos decepcionantes, los regionalistas, desconocidos para muchos votantes, obtuvieron en Mallorca los mismos diputados que Ciudadanos, Podemos o Vox. Más de 32.000 votos en el conjunto del archipiélago con el que representan el 7,3 por ciento de los votantes y que le valieron para ser la segunda fuerza con más alcaldías en Mallorca, empatados con el PEP y sólo por detrás del PSOE. Unos resultados que son fruto de una sólida estructura municipal en la Part Forana y de un fiel y leal votante.
Precisamente, su mayor fortaleza se ha acabado convirtiendo en su losa: los 30.000 votos cosechados a groso modo, rondando siempre el 7% del electorado, siguen siendo los mismos que conseguía la ya extinta Unió Mallorquina, que capitalizó hasta su autoliquidación por corrupción el centro regionalista. La nueva marca regionalista, hasta ahora aupada con el impulso del exdirigente popular Jaume Font, no ha logrado romper ese techo. Además de tensiones personales, los diferentes planteamientos a la hora de encarar esa realidad y ampliar los apoyos más allá de esos 25.000 o 30.000 irreductibles fieles, se encuentran detrás de la actual crisis que atraviesa El Pi.
CxI y Lliga sumaban 24.000 votos
La UM de Maria Antònia Munar logró superar la barrera de los 30.000 en la década de los 2.000. En 2003 hizo su mejor marca al conseguir 31.721 votos con los que se convirtió en la tercera fuerza en las islas, 800 votos más que el PSM. Pese a que UM nunca llegó a los resultados obtenidos en las últimas citas electorales oir por El Pi, pudo rentabilizarlos mucho mejor, al ser decisiva a la hora de determinar gobierno, lo que le permitió presidir el Consell, el Parlament y ostentar consellerias en los dos primeros pactos de izquierda en Balears.
La corrupción acabó con UM. Con sus principales líderes, condenados a prisión, Josep Melià, hijo del histórico político centrista en la transición y referente del nacionalismo mallorquín, Josep Melià Pericàs, enterró UM y trató de refundar el espacio aprovechando su antigua estructura municipal fundando Convergència per les Illes. Paralelamente, Font salía del PP de José Ramón Bauzá por desavenencias personales y con su línea política y fundaba la Lliga Regionalista. Ambos partidos se presentaron a las elecciones de 2011, pero ninguno de los dos obtuvo representación, dejando por primera vez el regionalismo a las puertas de las principales instituciones de Balears.
Los 24.201 votos que sumaban los dos partidos, les hubieran permitido tener representación. Algo que rápidamente vieron tanto Font como Melià para apenas un año y medio después dejar atrás los matices y presentar un proyecto conjunto: El Pi. En su primera cita electoral y dejando en evidencia todas las encuestas, entró con tres diputados y por apenas 40 votos no logró un diputado en Eivissa, que habría supuesto superar la mejor marca de UM. En votos lo consiguió, con 34.060. Un resultado que ilusionó al partido, que lo vio solo como el inicio.
Una vez en las instituciones, la aspiración del partido pasó a ser lograr tener voz en Madrid, un diputado en el Congreso. Su primera experiencia fueron las generales de diciembre de 2015, las primeras también de Podemos y Ciudadanos. En la vorágine del debate nacional la formación quedó invisibilizada y con apenas 13.000 votos. En la primera repetición electoral de 2016, optó por no presentarse, como hizo en las últimas de noviembre y en las elecciones de abril de 2019, volvió a quedar en poco más de 12.000 votos.
El hándicap de Palma
Uno de los hándicaps de El Pi ha sido su falta de penetración en Palma. A diferencia de la Part Forana, la capital nunca ha sido el fuerte del centro regionalista. UM logró tener representación en Cort con uno e incluso dos regidores y obtuvo su mejor resultado por encima de los 9.000 votos. Sin embargo, sobre esos votos se abrió una de las causas contra el partido por la compra de votos a latinoamericanos. En sus dos intentos, El Pi no ha alcanzado el 5%, con poco más de 5.000 votos.
Si conformarse y esperar a ser decisivos o ampliar ese espacio y si definir más el mensaje apostando por un perfil más identitario a imagen del PNV o decantarse por un mensaje más pragmático, en línea de Coalición Canaria, es hoy el debate.
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