Pere Garau no es Wuhan. Ni Pekín, ni Londres, ni Nueva York, ni Barcelona ni Madrid. El barrio es el pequeño ChinaTown de Palma pero en estos días en que todo el mundo está pendiente del coronavirus, en las calles de Pere Garau no se ven ni nervios ni mascarillas ni, afortunadamente, escenas de racismo como las que sí han denunciado ciudadanos chinos afincados en otras ciudades.

Para la comunidad china de Palma la ciudad le ha mostrado con creces su apoyo con la respuesta masiva que tuvo la convocatoria de la celebración del Año Nuevo Chino el pasado domingo. Aquel día el presidente de la Asociación China en Balears (Achinib), Fang Ji, confesó que tenían miedo de que no fuera nadie. Pero lejos de eso, la plaza volvió a llenarse. Mingwei Jian, vicepresidente de Achinib, expresaba ayer su satisfacción: "Vino mucha gente, familias, niños... hubo alegría y el alcalde lanzó un mensaje de tranquilidad".

Quan Lin junto a su madre y una empleada ayer en su negocio, el supermercado Mindu. B.A.

Y Mingwei cree que esa calma existe en Palma. "A lo mejor cuando entras a un sitio alguien tiene miedo, y quizás haya alguien que haya dejado de ir a un restaurante chino por esto, hay muchos rumores y lo desconocido y nuevo genera inquietud, como pasó con el ébola, pero para los restaurantes febrero siempre es un mes flojo", explicaba ayer.

"Yo no he notado nada", aseguraba, sentado en el Bar Nuevo Aquarium: "Mira, yo vengo a tomar el café aquí y no pasa nada, no me dicen nada", decía riendo mientras señalaba al dueño de la cafetería. Mientras unos cuantos parroquianos tomaban su café o su quinto de media mañana en silencio y totalmente ajenos al joven chino, un parroquiano más: "La comida está buenísima". Ayer había arrós brut.

Justo enfrente Mingwei tiene su negocio, la inmobiliaria Huading, fundada junto a Fang Ji. Comparte local con la agencia de viajes Hua Xin. El empresario, que hace casi 20 años que vive en la isla, habla con su familia con frecuencia. ¿Desde la distancia se vive con más preocupación? "Mi familia vive en una zona junto a la costa, frente a Taiwán, están todos bien, salen lo menos posible de casa y si lo hacen es con mascarilla".

Él confía en el Gobierno ­(recuerda que en diez días han habilitado un hospital) y en los médicos y en los científicos que están investigando: "Se trabaja de forma muy unida: hemos tenido ya experiencias con otros virus y siempre lo hemos superado", apuntaba optimista.

El empresario Mingwei Jiang, vicepresidente de la asociación Achinib. B.A.

En la agencia de viajes Hua Xin han notado que ha habido algunas cancelaciones: "Familias que iban a viajar a China por el Año Nuevo al final han preferido quedarse, por precaución y esperar a que esto pase un poco". Algunos residentes en Palma se han autoconfinado: "Si tuvieran algo no les hubieran dejado salir del país, y además estarían mejor allí, que están más preparados para el virus, pero igualmente algunos al volver han querido quedarse dos semanas en casa".

Meifang Lin y su marido, los dueños del supermercado Mindu, son de los que decidieron cancelar el viaje que tenían previsto realizar a su país. Su hijo, Quan Lin, narraba ayer que no ha sentido ningún "rechazo" como sí está sucediendo en otras ciudades; episodios que hace dos días condenó públicamente el presidente Pedro Sánchez tras una reunión con representantes de la comunidad china afincada en España: "Las personas no son virus", indicó el socialista.

"Aquí no veo preocupación, a lo mejor las ventas han bajado un poco, pero no tanto", indicaba ayer. Cree que la clave es que Palma "es más tranquila" y todo "está más limpio y tranquilo". Concluía: "La gente aquí está tranquila, no hay problemas". Sus familiares en China cumplen las medidas de seguridad, usan mascarilla y salen de casa lo menos posible: "Protegerte a ti mismo es proteger a todos".

Los vecinos de origen chino han comprado todas las existencias de mascarillas de las farmacias del barrio para enviar a sus familiares. En la farmacia Rosselló Sampol hace 15 días que ya no tienen, pero cada día siguen entrando varias personas a preguntar si les quedan: "Y en la Cooperativa tampoco hay", contaba una de las técnicas. Antes del estallido del coronavirus en Wuhan, despachaban como mucho cinco mascarillas en un mes: el pasado enero vendieron 50.

La asociación Achinib ha centralizado y organizado varias compras y envíos. Pero no los chinos las compran: ciudadanos de otras nacionalidades que van a viajar al extranjero las quieren para sentirse seguros en los aeropuertos y en los sitios con muchas aglomeraciones de gente. Las trabajadoras de la farmacia se han guardado tres mascarillas para ellas: "Por si acaso".

Por las calles de Palma no se ve a nadie, ni chino ni no chino, con esta protección. El pasado domingo sin embargo, durante el acto de bienvenida al Año de la Rata, sí podía verse en la plaza a una figura que llevaba mascarilla e incluso un mono entero de protección.

¿Un hipocondríaco? ¿Un histérico? No, un maniquí. El de Flipau amb Pere Garau, entidad vecinal que colaboró con Achinib en la celebración. "¿Es por el coronavirus?", preguntaban algunos transeúntes al verlo. Nada que ver.

Ya en diciembre, cuando aún no habíamos oído hablar de Wuhan ni del coronavirus, esta agrupación hizo una acción en la plaza del barrio luciendo este atuendo para alertar sobre las auténticas epidemias que amenazan la salud del barrio: las casas de apuestas, el exceso de coches, la falta de zonas verdes, un centro de salud "insalubre", la "inexistente" inversión en recursos culturales, la suciedad...

Ésa y no otra es la auténtica "alerta roja" que vive esta barriada palmesana, en la que la diversidad ayer descansaba al sol, tomaba algo en el bar y compraba en el mercado con una rutina totalmente alejada de alarmismos injustificados.

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