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Entrevista

José María Vicens: "En Baleares hemos visto que riqueza no es igual a bienestar"

"No creo que vayamos a conseguir muchas más mejoras en la financiación autonómica tras haber alcanzado la media estatal"

José María Vicens fija entre las prioridades del Cercle impulsar la aprobación del REB. M. Mielniezuk

P Pese a su nombre, el Cercle ha abarcado en sus estudios temas que van mucho más allá de la economía. ¿Qué fortalezas y debilidades han identificado en Balears?

R Es verdad que el nombre es Cercle d'Economia y así se ha mantenido durante 25 años, pero desde que se fundó su objetivo fundamental ha sido colaborar con los agentes públicos y resto de la sociedad para impulsar el bienestar en las islas. Y si algo hemos aprendido en Balears es que crecimiento económico y riqueza no es igual a bienestar. Hemos visto cómo fuertes incrementos del PIB han ido acompañados de la aparición de problemas muy importantes. Pero algo que nos caracteriza es el hecho insular: somos un territorio fragmentado, aislado y además este hecho es el único que se cita como diferencial en la Constitución, que solo tenemos Canarias y nosotros. Somos un territorio atractivo, pero al mismo tiempo frágil y vulnerable, y eso es algo que acabamos de ver con la quiebra de Thomas Cook, pero también con la escasez de recursos hídricos o cuando falla la electricidad en Menorca. Esta fragilidad hace que se tengan que repensar muchas cosas.

P Hay muchas voces que se han levantado con esa misma advertencia, de que crecimiento económico no equivale a bienestar.

R Es que eso ha sido evidente en Balears. Recientemente se presentó el informe FOESSA de exclusión y desarrollo social que nos pone como una de las regiones de Europa con mayores desigualdades en este momento.

P ¿Hemos dejado atrás a mucha gente en la salida de la crisis?

R Eso es. Cabeza en el horno y pies en el congelador suponen una temperatura ideal como media. Las medias son un mal instrumento para medir una sociedad. Es como un edificio de pisos, y muchas veces los que están en la planta baja o en el sótano no tienen ascensor para subir. A Balears ha venido muchísima gente, somos la comunidad autónoma que ha registrado el mayor crecimiento poblacional. Solo a lo largo de este siglo tenemos más de 300.000 personas, lo que equivale a que hubieran aparecido nuevas islas en el archipiélago. Por ejemplo, Eivissa cuenta con 100.000 habitantes, que necesitan sus hospitales, sus escuelas, sus depuradoras... Eso es algo que no ha sucedido en ninguna otra región. ¿Cuáles son los principales oficios que hay en Balears? Los que giran alrededor del comercio y del turismo, donde en muchos casos no se precisa de personal cualificado.

P Si la prioridad es generar bienestar, ¿existe un desequilibrio en el reparto de la riqueza en las islas?

R Sí. Balears es una de las comunidades que más ha crecido. Pero el tipo de empleo que generamos es de escasa cualificación, como camareros o personal de comercio, y en ocasiones se es solo medio camarero al trabajar unicamente seis meses al año. El nivel de los salarios está por debajo de la media española. Por contra, el acceso a una vivienda es muy caro. Cuando se produce esa tijera de salarios bajos y viviendas caras, la situación que se genera es peligrosa porque conlleva desigualdad. Y no solo es la vivienda, porque estamos pagando otros sobrecostes por efectos del turismo.

P Ustedes afirman que quieren ser la voz de la sociedad civil balear. ¿Somos una sociedad lo suficientemente reivindicativa y movilizada?

R Va con nuestro carácter. De los gallegos se dice que nunca sabes si suben o bajan la escalera, pero de un mallorquín no sabes ni si tiene escalera. En el Cercle decidimos que debíamos ser abiertos y comunicadores, porque si no comunicas y solo rebotas las ideas en una pared, lo que haces no sirve para nada. Es parte de nuestra responsabilidad. Tenemos que sacar a la luz cosas como las que estamos comentando. Por eso el Cercle llegó a aglutinar a cerca de 80 asociaciones en las plataformas creadas para reclamar la mejora de la financiación o el Régimen Especial de Balears (REB).

P ¿Existe en las islas la suficiente conciencia de la importancia de esas reivindicaciones?

R Los problemas de la insularidad a veces son difíciles de percibir en la sociedad. Pero por eso en la Constitución aparece el hecho insular. Cuando cualquiera de nosotros quiere ir a Madrid y llevar el coche, si el tiempo no lo impide cogeremos un barco en el que deberemos estar ocho horas. La otra alternativa es el avión, que a todos nos ha dejado alguna vez en tierra o con retrasos que nos hacen perder otros vuelos de enlace. Esos problemas de transporte, de necesidad de conexión, inciden cada día, en tiempo y en costes. Todo eso hace que nos cueste más sacar las cosas. Los Gobiernos autonómicos, si se ven reforzados por la sociedad civil, tienen otro ánimo para ir a negociar a Madrid.

P Una de sus reivindicaciones históricas es la mejora de la financiación autonómica. ¿En qué punto estamos?

R Balears durante mucho tiempo estuvo a la cola de la financiación autonómica. A partir de 2009, con la plataforma que el Cercle lideró y ayudó al Govern, las islas se han colocado ya o incluso han superado la media estatal. Y ahí creo que no vamos a conseguir mucho más. Pero tenemos pendiente el tema del régimen especial. Si nos fijamos, la idea nace del precepto constitucional de 1978, pero el primer decreto que se hace sobre el REB es de 1998. Veinte años después. Y ahora, en 2019, tras otros 20 años, aparece un nuevo REB porque todas las ideas, ilusiones y objetivos que se marcaron en el primero no se han desarrollado. ¿Por qué se tardaron 20 años para el primero? Seguramente porque era la época en la que Balears era vista como una comunidad rica al tener una de las mayores rentas per capita del país. Desde los años 50, cuando empieza el turismo y la construcción derivada de esta actividad, hasta los años 85 o 90, Balears va como un cohete. En esa época era fácil decir: ¿de qué os quejáis si sois los más ricos? pese a que había gente con muchos problemas. Eso explicaría los primeros 20 años de abulia. Pero entre 1998 hasta ahora hay muchos años, y las comisiones que se incluían en el primer REB no se han puesto en marcha. ¿De quién es la responsabilidad? Un poco de todos, de los distintos Gobiernos que han ido pasando y también de la sociedad civil que no ha reclamado a estos Gobiernos. Hay muchos recursos que debían de llegar a Balears. Solo con llegar a la media, sacar el 5 o el 6 en la clase, en 10 años se han obtenido muchos millones de euros, que dan para muchas desaladoras y centros de salud. En financiación difícilmente sacaremos más, pero en el REB queda mucho trabajo por hacer, aunque de momento no salimos de un Gobierno central en funciones.

P En las islas la inversión en nuevas tecnologías e innovación es escasa. ¿Estamos anclados en un modelo turístico que fue exitoso en el pasado pero que nos impide avanzar hacia el futuro?

R Baleares lleva años a la cola de la innovación porque tiene otra inercia. Desde los años 50 con los primeros hoteles se ha mantenido esa tendencia. El sector servicios hasta ahora ha ido bien, aunque ya ha comenzado a tener tensiones. El Cercle tiene comisiones de innovación y premios en esta materia para colaborar a la hora de potenciar estas inversiones. Pero este déficit es una realidad aunque se ha ido mejorando y es muy difícil cambiarlo porque es cierto que hemos vivido de ese éxito. Han venido muchas personas de fuera, y siguen viniendo, pero llegan para ocupar empleos de baja cualificación. No estamos como en el País Vasco, donde los niveles de inversión en innovación multiplican los de Balears.

P ¿La caída de Thomas Cook ha sido un aviso?

R Aquí puedo recuperar lo que he dicho al empezar. Somos islas y recibimos gente de todo tipo, inmigrantes y turistas. Tenemos una necesidad de conexión que supone uno de nuestros puntos de fragilidad. Si eso se corta, nos genera un problema serio, a lo que hay que sumar las empresas pequeñas y medianas que se han quedado enganchadas con la deuda que se ha dejado. Y pasado mañana puede pasar con otro. Por definición, las islas son frágiles y vulnerables, a lo que hay que añadir otro tema: el cambio climático, los recursos naturales... El Mediterráneo es una zona en riesgo de desertización para los próximos años, y aquí ya hemos tenido problemas de recursos y tuvimos que traer agua en petroleros.

P Cada vez hay más voces que hablan de la baja productividad de la economía de las islas.

R Hay un dato curioso en el informe de FOESSA que invita a la reflexión: las dos comunidades con mayores niveles de desigualdad son Canarias y Balears. ¿Qué tienen en común además de ser islas fragmentadas? Su dependencia del turismo, y además el nuestro solo se mantiene durante unos meses al año. Volvemos al principio. ¿Qué genera esto? Construcción, hoteles y oficios sin cualificación. El modelo viene con una inercia que ha dado buenos resultados durante muchos años, pero supone una baja productividad. Aunque ahora comienza a resentirse. En 1991 se publicó el informe Turismo y medioambiente en el que se decia que esta actividad iba a generar, como cara, un aumento de la renta per capita, ruptura del provincianismo e igualación de clases sociales. La cruz incluía contaminación de aguas, degradación de espacios naturales, abandono de la agricultura, eliminación de flora y fauna endémica, degradación del paisaje y pérdida de identidad cultural e histórica. Ese era el diagnóstico de 1991, y las cruces han salido casi todas, pero las caras no. Mientras en la mayoría de las comunidades el PIB per capita se ha mantenido más o menos estable o ha crecido, en Balears ha sucedido lo contrario y ha caído de manera radical. Es la que más ha perdido desde 1986 a 2015. También ha descendido en la Comunidad Valenciana y Canarias. De ahí la necesidad de repensar nuestro modelo.

P El Cercle ha cumplido 25 años. ¿Es suficientemente conocido?

R Sigue su evolución. Hace años un grupo de personas vio la necesidad de que la sociedad tuviera una voz. Un objetivo era alcanzar los 300 socios en 2020, y ya los sobrepasamos. Tenemos economistas, historiadores, matemáticos e incluso médicos. El timón lo tomó inicialmente Alexandre Forcades, que estuvo mucho tiempo, y después Andreu Rotger. Queremos ser independientes y viables. Lo que buscamos es ser un Cercle valorado, cercano, abierto y comunicador. Ya se ha incorporado mucha gente joven con talento y más adaptados a las nuevas tecnologías, y también mujeres aunque nos gustaría que hubiera más.

P ¿Cuáles son las prioridades del Cercle en este momento?

R En lo que tuvimos un éxito reconocido fue en el tema de la financiación, que ha beneficiado a todos. Pero en el REB nos hemos quedado a medio camino y vamos a seguir trabajando en él, porque debemos ser constantes. Otra prioridad que nos hemos marcado es disponer de otros indicadores que nos permitan medir el grado de bienestar y no solo de riqueza. En junio nos reunimos en Valldemossa, junto a otras organizaciones, como el Consell Econòmic i Social o la Fundación Impulsa, con un experto en este tipo de indicadores. Solo con estos dos apartados tenemos trabajo suficiente. Pero no todo es economía, y la cultura tampoco puede estar ausente, por eso organizamos conferencias con gente muy interesante y hemos decidido impulsar una ruta Ramon Llull.

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