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Crecen los menores que maltratan

Ciento cuarenta y dos adolescentes fueron acusados en las islas por violencia doméstica o machista el año pasado

El centro de Es Pinaret para menores conflictivos. B. Ramon

Las últimas memorias del Tribunal Superior de Justicia y de la fiscalía superior de Balears se hacen eco del cada vez más elevado número de menores de 18 años acusados de maltratos a sus familiares o a sus parejas del sexo femenino. Según las estadísticas, el año pasado los juzgados de menores de las islas se ocuparon de 142 adolescentes, menores de 18 años, acusados de violencia de género o de violencia doméstica.

Los dos juzgados de menores de Palma tienen competencia en todas las islas y en 2018 registraron 1.069 asuntos, de los que 142 fueron de violencia en el seno de las familias o en el contexto de las relaciones de pareja.

La violencia verbal y física de los hijos hacia sus padres y en menor medida a sus hermanos, abuelos u otros parientes motivó la apertura en los juzgados de 125 causas.

Por otro lado, las agresiones físicas, acosos o violencia psicológica de chicos hacia sus novias o antiguas parejas se saldaron con otros 17 casos. El resto de delitos atribuidos a menores en las islas supuso la apertura de 877 expedientes.

Las estadísticas no reflejan la naturaleza de las infracciones penales imputadas a estos adolescentes violentos, ni las medidas que los dos jueces de menores les impusieron, a petición de la fiscalía.

Dos tramos de edad

La jurisdicción de menores clasifica a estos en dos tramos de edad para tratar de dar una respuesta más eficaz a sus conductas e intentar reinsertarlos, lo que es más difícil cuanto más mayores son. Estas franjas son entre 14 y 15 años y entre 16 y 17 años.

Los casos atendidos en el primer tramo fueron 338, frente a los 745 delitos atribuidos a chicos más mayores.

El acudir a la vía penal (denunciar) es el último paso que suelen dar las familias y lo hacen ya casi sin aliento, cuando sus bienes o su propia vida corren peligro, y rotas después de deambular durante meses y posiblemente años buscando una salida. Son estos casos extremos los que se hacen visibles, pero otros tantos, imposibles de cuantificar, permanecen en secreto tras la puerta del domicilio.

Deficiencias educativas

Los profesionales que trabajan para cambiar estos patrones de comportamiento agresivos coinciden en que este problema suele ir relacionado con deficiencias graves en el proceso educativo del adolescente. Esta conducta violenta también puede ser síntoma de un trastorno psiquiátrico, pero en la mayoría de casos los menores que agreden a sus padres no sufren ninguna enfermedad mental. La violencia hacia los padres, abuelos u otros familiares a veces es consecuencia de la adicción a las drogas por los menores.

Por otro lado, desde la fiscalía de violencia sobre la mujer, se pone el acento en el creciente número de chicos muy jóvenes que maltratan física, verbal y psicológicamente a sus parejas o exparejas, a las que pretenden dominar y dejarlas neutralizadas.

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