La Aemet está radiante porque ha comprobado que hizo un seguimiento estricto del protocolo mientras en Sant Llorenç diluviaba. El Govern habla en los mismos términos al referirse al 112 -no sus trabajadores- y asegura que nadie quedó desatendido a pesar de que mil llamadas se dejaron sin contestar. El problema no es por tanto de la Administración, es de los torrentes que se desbordaron y de las líneas telefónicas que se colapsaron sin guardar las formas ni los protocolos.
Con estos comportamientos hemos aprendido que la pasmosa tranquilidad del Ejecutivo balear y de las delegaciones del Gobierno constituyen también una situación de alto riesgo de la que será obligado resguardarse.
Tengámoslo en cuenta de una vez por todas ahora que geógrafos y meteorólogos nos confirman que desastres como el del Llevant volverán a pasar. Los trabajadores del 112 dejaron por escrito sus quejas y advirtieron de la impotencia que sentían por la falta de medios. Ante ello, el Govern no se saltó el protocolo. En la noche siniestra tampoco tenía por qué ir a remolque de la bonanza ficticia que imaginaba la Aemet. A las 5 de la tarde le sobraban alarmas de lluvia en el Llevant y no hizo uso de sus competencias para cerrar carreteras intransitables hasta las 8 con la noche ya cerrada.