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Opinión

De poesía, oír y escuchar

De poesía, oír y escuchar

Confieso a Biel Mesquida que soy un pésimo lector de poesía. Minutos después me regala el volumen que recopila los poemas de la vigésima edición del Festival de Poesia de la Mediterrània. Incapaz de tener un libro entre las manos sin leerlo, en la página 46 descubro el poema L´audàcia del gest, que Nora Albert (Lleida, 1957) dedica a sus padres sordos. Estos versos expresan mejor que las palabras escritas por un periodista lo que viven las personas con problemas de audición: "Sense sentir-hi, em sabéreu els secrets / que no em deien els llavis / i que tants oients, de tan sords com són / mai no m´han capit. / I si hi sentíssiu sé que plorarieu com jo / pel fals parloteig que amb paraules, paraules, paraules, / usurpa drets, falsifica mots, / bandeja llengües, justifica morts".

Las técnicas de logopedia y la cirugía han reducido sustancialmente los problemas de los sordos de nacimiento. La detección preventiva ofrece soluciones impensables hace pocas décadas, tal y como se informa en estas páginas. La medicina seguirá avanzando y paliando una discapacidad que incomunicaba a quienes la padecían. Sin embargo, la sociedad occidental se enfrenta a nuevas enfermedades relacionadas con este sentido. Es más que dudoso que la ciencia pueda solucionarlas.

La primera es que son muchos los que oyen y pocos los que escuchan. En una sociedad saturada de ofertas de comunicación escasean las mentes capaces de atender, procesar y ofrecer una respuesta razonada a los argumentos de quien emite un mensaje.

La segunda amenaza para enfermar de sordera imaginaria o real es el ruido. Ruido de coches y motos en las ciudades. Frenazos, pitidos, arrancadas de motores, escapes libres. Ruidos de música -aunque sea un oxímoron-, que ensordecen al público de discotecas y conciertos. Ruido de diminutos auriculares conectados al teléfono móvil. Ruidos de aparatos estereofónicos que se apoderan de las calles... Una nueva sordera nos amenaza. Es la relacionada con el exceso de sonidos. En este caso necesitamos más una medicina preventiva que paliativa.

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