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Análisis

Vis a vis con la sexta en la línea de sucesión al trono

La infanta Cristina se ha mantenido firme junto a su marido tras la condena por cinco delitos y también se ha enrocado en sus derechos dinásticos

Felipe VI conoció el inminente confinamiento de su cuñado en un acto en el Escorial. efe

La fotografía del año será la del cuñado del rey de España entrando en la cárcel para cumplir una pena de más de cinco años por varios delitos que tienen que ver con quedarse dinero procedente de nuestros impuestos. Aunque, bien pensado, la foto del año mostrará a la hermana de Felipe VI yendo a visitar a su marido en prisión. Cristina de Borbón, que hoy cumple 53, es la sexta en la línea de sucesión al trono. Los monárquicos argumentarán que debería ocurrir un cataclismo para que la doliente esposa de Iñaki Urdangarin sea coronada, pero hace dos semana pensábamos que el Gobierno de Mariano Rajoy duraría eternamente, y miren. Hoy tenemos un Ejecutivo que antes indultaría al rapero Valtonyc que al ex duque de Palma de Mallorca.

? Monarquía y corrupción quedan indisolublemente ligadas por sentencias sucesivas que suponen reiterados puñetazos contra la jefatura del Estado. Un escándalo sin precedentes entre las casas reales, pues nunca en ninguna de ellas ha ocurrido que un pariente del monarca vaya a la cárcel, salvo en Arabia Saudí. Ayer el rey recibía la noticia del inminente confinamiento de su familiar en el Escorial, durante un acto castrense, y desde su Casa se aludía al escrupuloso respeto a las decisiones judiciales. Los mismos protocolos opacos para afrontar los nuevos tiempos y los nuevos problemas. La supervivencia de la justicia no depende, sin embargo, de su buena reputación, como ocurre con la corona. La infanta Cristina eligió quedarse con Iñaki Urdangarin (malversación, prevaricación, fraude a la Administración, dos delitos fiscales y tráfico de influencias) y ha decidido enrocarse en sus derechos sucesorios. Lo primero puede considerarse lealtad, lo segundo es una declaración de guerra contra los suyos, que nunca la han dejado de lado en realidad, basta mirar las revistas del corazón.

Educada en el respeto a una institución para la que hoy supone su principal amenaza, Cristina de Borbón también ha sido considerada responsable civil a título lucrativo de malversación y fraude, y condenada a pagar una multa. Juzgada con benevolencia, se le supuso ignorante de las estrategias de su marido, pese a formar parte de la empresa que usó el prestigio de la casa real para lucrarse, lo que le valió la absolución. La segunda hija de los reyes eméritos había sido la primera universitaria de la familia, la primera en trabajar por su cuenta, pero resultó un ama de casa ajena al mundo. Esa parte tan marciana del fallo del caso Nóos dictado hace un año y medio ha envejecido rematadamente mal, y se entiende peor tras el 8M en el país de hoy, gobernado por un Consejo de Ministras salido de la sentencia del Caso Gürtel. En él, la mujer de Luis Bárcenas sí compartía los delitos de su marido. El Supremo no ha tenido la tentanción de actualizarlo, como era de prever.

Me pregunto si, llegados a este punto y a un paso de su primer vis a vis, la Infanta fantasea sobre si hubiera podido obrar de un modo distinto a como lo hizo. Persuadiendo a su esposo de que ellos, que ya disfrutaban de privilegios vedados al resto, no necesitaban ser todavía más ricos. Tal vez debió cuestionar la procedencia de todo ese dinero. Aunque bien mirado los remordimientos son muy de clase baja.

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