La turismofobia, más allá de su alcance real, está sirviendo al PP nacional para caldear el debate catalán ante el referéndum independentista, con los principales dirigentes populares utilizando en bloque esta cuestión como gran asunto informativo del verano. Los actos de protesta de Arran, organización juvenil vinculada a la CUP, está siendo convenientemente utilizada en una ofensiva en la que se incide en el independentismo de este grupo y, de paso, se aprovecha para arremeter contra la política de contención de Ejecutivos como el de Balears o el municipal de Ada Colau en Barcelona.

En pleno desafío independentista catalán, los populares han lanzado toda una ofensiva convirtiendo los actos de protesta contra la masificación turística en el principal asunto de interés del verano, con el que los máximos dirigentes del PP se explayan en una especie de competición por lanzar la declaración más llamativa, en especial en la última semana.

Abrió fuego el coordinador general del PP nacional, Fernando Martínez Maillo, calificando de "niñatos descerebrados y malcriados" a los jóvenes activistas de Arran y afirmando que el problema no son ellos, sino "aquellos que no condenan esos actos vandálicos, porque comienzan tirando confetis, como en Balears, y se acaba quemando autobuses como la kale borroka en el País Vasco".

El pasado lunes era el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, quien tras despachar con el Rey en Marivent, calificaba en Palma de "disparate" el "tratar a patadas" a los turistas por parte de "grupos de extrema izquierda". En los días siguientes Rajoy insistió en el "sinsentido" de atacar al turismo y se erigió como el defensor del sector. Rafael Hernando, portavoz popular en el Congreso de los Diputados, calificaba de "aberración y error" la turismofobia, que comparó con la xenofobia y, de paso, calificó de "delirio" la fijación por parte del Govern de un tope de plazas turísticas en Balears. Cristina Cifuentes, presidenta de Madrid, aprovechaba para decir que en su Comunidad los turistas eran "bienvenidos" y estaban "bien tratados" y se mostraba contraria a medidas que "penalicen el turismo" como las del Ejecutivo balear.

La puntilla la ponía el viernes el presidente del PP balear, Biel Company, quien vinculaba a los jóvenes de Arran con los partidos del Pacto al afirmar que el Govern "llama a sus amigos de fuera para que vengan a desestabilizar" el turismo en Balears.

En medio, el ministerio de Energía, Turismo y Agenda Digital instruía a la Abogacía General del Estado para adoptar medidas con el fin de denunciar los ataques contra intereses turísticos en Balears y Cataluña, personándose en las diligencias que estén abiertas.

Ante este argumentario en bloque por parte del PP nacional con la turismofobia convertida en una semana en el asunto más candente de la actualidad, superando al desafío independentista catalán aunque vinculándolo de alguna manera, se podría pensar que a los jóvenes de Arran les espera un duro castigo. En realidad, aparte de que Arran en las islas es un grupo numéricamente muy reducido (sólo 13 jóvenes), todas estas acusaciones del PP se quedarán en una multa de 1.200 euros por parte de delegación del Gobierno en Balears al responsable de las acciones en el Moll Vell, ya que el Gobierno sólo puede poner una sanción administrativa por organizar "una concentración no comunicada con botes de humo de color rojo y al menos dos bengalas", como informaba Diario de Mallorca.

¿Y los turistas? ¿Realmente han sentido estos ataques? No parece que sea así si se atiende a las declaraciones publicadas ayer por este periódico en donde distintos visitantes aseguraban que ni se habían sentido atacados ni rechazados en Balears. No sólo eso, sino que además ellos mismos empatizaban con el malestar de los mallorquines por la masificación.

No parece que el PP, en todo caso, vaya a rebajar la presión sobre un debate que en estos momentos le beneficia, con el foco puesto sobre los movimientos independentistas catalanes.