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La fiesta en paz

El sudoku de Francina y Pedro

Armengol y Sánchez lo tienen muy difícil para cuadrar el rompecabezas maldito que los socialistas tienen planteado en Balears y en España

Armengol saltó al barco de Sánchez y salva la cabeza. G. Bosch

Maquiavelo aconsejaba al príncipe que la situación ideal es ser querido y temido por sus súbditos. Como no era tonto y sabía que es prácticamente imposible la coincidencia de ambas circunstancias había que optar, sin ninguna duda, por la segunda: dar miedo. Esto lo han entendido a la perfección todos los dictadores, que tras alcanzar el poder han liquidado, y no solo políticamente, a los opositores e incluso a los partidarios que en el futuro pudieran hacerle sombra.

La historia está llena de ejemplos de este tipo. El rey de Aragón Ramiro II el Monje decapitó a doce nobles que se resistían a su poder. Stalin ejecutó su gran purga antes de la II Guerra Mundial y llevó a cientos de miles de personas a la muerte o al Gulag. Y, por mirar hacia el otro lado, el senador americano Joseph McCarthy dirigió la caza de brujas contra todo cuanto oliera a comunismo y condenó a la muerte cívica a directores y guionistas de cine.

En democracia las formas son importantes y, en lugar de pegar dos tiros o enviar a Siberia a los adversarios se les aparta y margina. En aguda expresión de Alfonso Guerra pronunciada en los albores del poder felipista en España: "El que se mueva no sale en la foto". Guerra fue un experto en cargarse dirigentes socialistas que no bailaban a su son (que les pregunten a los andaluces Rodríguez de la Borbolla o a Rafael Escuredo, por poner solo dos ejemplos).

Pedro Sánchez, que en su primera etapa al frente del PSOE fue prisionero de barones y dinosaurios socialistas ha regresado con sed de venganza. Ha decidido dar la batalla a aquellos que le descabalgaron del poder con el golpe de ´sargento chusquero´ de octubre (la descripción es de Josep Borrell) y luego apoyaron a Susana Díaz para que, con más palabrería hueca que proyecto, le sustituyera en el despacho principal de la calle Ferraz de Madrid. Ximo Puig y la propia Susana Díaz ya saben que Sánchez amenaza con moverles la silla en sus respectivas federaciones. El lloriqueo del valenciano ha resultado tan patético y deplorable que le descalifica como líder de una comunidad de propietarios.

¿Y en Balears? La presidenta Francina Armengol probablemente ha salido airosa gracias a que en el último momento saltó del barco de Patxi López al de Pedro Sánchez, a quien había dejado tirado en la cuneta unos meses antes. El madrileño la puede perdonar, pero también tiene derecho a pensar que una persona voluble como la política de Inca no es de fiar.

Los vaivenes de la presidenta han sido la causa de la escasa presencia balear en los órganos de poder de los socialistas, pese al fuerte respaldo que Sánchez recibió de los militantes de las islas en las primarias. Fue la segunda comunidad en la que logró un mayor apoyo -el 71,1%- solo por detrás de Catalunya. Que el ibicenco Vicent Torres sea secretario de Cabildos y Consells en el máximo órgano de gobierno del PSOE suena a ocurrencia de último momento para cubrir el expediente.

El ensayista argentino Santiago Kovadloff escribió que "la política es un ejercicio moderado de la maldad, pero a la vez es imprescindible porque sin ella no hay organización social". Si hacemos caso a lo ocurrido en el PSOE a lo largo de los últimos meses, no cabe la menor duda de que se ha pasado del Bamby Zapatero al zorro Pedro. De la estimada Francina a la Cruella de Vil Armengol.

Sin embargo, los tres problemas esenciales del PSOE de las islas seguirán siendo los mismos con Pedro, con Susana, con Francina o con quien la sustituya. Uno: la fuerte competencia en la izquierda, donde Podemos se ha sumado a la disputa de un voto para el que los socialistas ya luchaban a brazo partido con el PSM. Dos: una estructura de partido endeble, con una presencia testimonial en algunos de los municipios emblemáticos del archipiélago. Tres: un mensaje ambiguo en el que tiene que hacer equilibrios entre sus bases más nacionalistas y las más españolistas para evitar la sangría de sufragios en uno u otro sentido. Armengol, y Sánchez, lo tienen complicado en Balears y España para cuadrar el sudoku maldito.

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