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Opinión

Opinión: Clinton sobrevivió a Lewinsky

Opinión: Clinton sobrevivió a Lewinsky

El imputado Álvaro Gijón se niega a dimitir, porque ha de seguir pidiendo la dimisión de los no imputados Biel Barceló y Antoni Noguera. La clave está en el énfasis de su doble suicidio. Al concejal y diputado le duele más su muerte política que su discutible fallecimiento por lo civil.

El primer mandamiento, no sobreactuar. Bill Clinton sobrevivió a Monica Lewinsky. El hombre más poderoso del planeta sufrió una felación de una veinteañera en la antesala del Despacho Oval, y de momento no se han documentado actos sexuales en los salones de plenos de Palma. Como bien me enseñó Carmen Díez de Rivera, el entonces presidente norteamericano humilló a la becaria al negarse a tener relaciones completas, para disponer de una coartada. Salvó por los pelos el famoso impeachment.

Después de esta peripecia, parece imposible redimirse política, civil o incluso sexualmente. Pues bien, Bill continuó con sus aventuras, casi recupera la Casa Blanca junto a su esposa Hillary, y por pronunciar una conferencia de menos de una hora cobra medio millón de euros. Traducido a unidades más comprensibles, quince veces más que la orgía pagada por Cursach, según la organizadora del festejo.

La lección a extraer no se limita a la desorbitada capacidad de recuperación de los políticos. Los seres humanos se saben pecadores, y son tolerantes con los deslices ajenos. Además, el discurso de Gijón también luce grietas. Ahora ya vio a la madame una vez. Y así sucesivamente. Tal vez sería más fácil creerle sin el precedente de su desvinculación radical de la trama municipal de la ORA. A continuación, se publicó la foto de su veraneo compartido en Formentera con el empresario agraciado, y que ya ha pasado dos veces por la cárcel. Se trata sin duda de otra casualidad, pero huele a abuso de las coincidencias.

El compungido Gijón no es una víctima. Quiere monopolizar la inocencia y el dolor, olvida la responsabilidad añadida a sus privilegios. Al margen de quién diga la verdad, corre más peligro la promotora de orgías que el presunto partícipe de las mismas. Y algunos flecos en la gira expiatoria del concejal y diputado apuntan a que, de confirmarse que hubo ágapes, siempre se puede alegar que nadie habló de prostitución, ni pagó un euro por compartir el pan y el sexo.

Gijón debe preocuparse antes por su defensa penal que por el juicio de sus semejantes, flexibles y volátiles. Sorprende que no lo entienda, después de haber contemplado cómo hay gente dispuesta incluso a votarle.

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