El 4 de abril nos anunciaron que el Príncipe, su esposa y la Reina pasaban a ser aforados, engrosando la lista que, al parecer lidera España con gran diferencia sobre el resto de Europa. El ministro de Justicia nos lo explicaba como una cuestión lógica, dejando de lado explicar que lo más lógico sería que todos los españoles fueran iguales ante la ley.

Ante la decisión del ministro, algunos se preguntaron por el qué y el porqué en este momento. Un amigo me señala que cuando uno se compra chaleco antibalas algo debe temer. Y a continuación las cábalas se extendieron en el grupo: ¿acaso algún otro juez descarriado estaba preparando una sorpresa más al estilo Urdangarin-Cristina? Todo el espacio estaba abierto a las conjeturas, y, tal como están las cosas en el país y, tal como están las cosas de palacio, ninguna de las conjeturas permitía prever una sorpresa feliz. Algo raro estaba a punto de pasar.

Y de pronto, el 2 de junio, cuando no han pasado ni dos meses, el Rey abdica, o sea, que traslada a su hijo la inviolabilidad e irresponsabilidad constitucional. O sea que ahora, el príncipe se ha convertido en doblemente aforado, el más aforado de todos los aforados.

Lo curioso es que el 31 de marzo el Rey ya había comunicado al jefe de Gobierno que pensaba abdicar, es decir, cuatro días antes de que el ministro de Justicia aforase al que todavía era Príncipe, pero que iba a dejar de serlo muy pronto y maldita la necesidad que tenía de ser aforado como Príncipe si tan rápidamente iba a ser requeteaforado comoRey. Lo que decía: algo raro está pasando, porque si el señor Rajoy sabía que el Rey iba a dimitir y sin embargo permitió que su ministro hiciera una maniobra inútil, una de dos, o algo raro, o mejor dicho, muy raro, ocurre, o el señor Rajoy no se habla con su ministro y éste va por libre. O éste sabe algo más que su presidente. Bueno, que lo mire como lo mira, cada vez lo veo más raro.

Claro, que, el día en que el ministro anunció el aforamiento del Príncipe, añadió a la lista el de su esposa y el de su madre. Y si el aforamiento del Príncipe iba a ser redundante en menos de dos meses, ¿en quién se estaba pensando? ¿Será que el lío que estaba previendo iba a implicar a las dos reinas? Eso: algo raro debe pasar ¿lo había dicho antes?

Bueno, no hay necesidad de ser mal pensado. Porque cuando uno duda entre la malicia y la estupidez, la respuesta más segura es la segunda.

De donde se deduce que todo el lío puede tener como causa el despiste, por usar un término caritativo, entre el ministro y el presidente. Pero en este caso, si yo fuera el rey, o si fuera el príncipe, que para esto da lo mismo, estaría bastante cabreado con los dos. Porque el aforamiento a contratiempo, sólo habría servido para dar pie a preguntas sin contestación fácil; la palabra exacta sería la de preguntas embarazosas, pero será mejor que no siga con metáforas tocoginecológicas.

En fin; entre Merkel, la troika, la crisis, el paro, la corrupción, Catalunya, Podemos y los líos de la familia real, que ya eran suficientes, sólo faltaba que el ministro de Justicia y el presidente, cada uno por su lado, añadieran un poco más de música a la zarzuela.