Cuando uno repasa la magnitud de las supuestas estafas que se les imputan a los Ruiz Mateos, casi 400 millones de euros, no puede menos que acordarse del Lobo de Wall Street: depredadores en la selva.

José María Ruiz Mateos y sus seis clónicos hijos varones siguen libres, pese al rosario de querellas, denuncias, embargos y fianzas que pesan sobre ellos. Es la impunidad del poderoso, del que engaña a los débiles con el cebo de darles unos intereses desorbitados por su dinero o de pagarles un excelente precio por sus hoteles.

Para acaparar millones y millones de euros no hay que pararse a pensar, ni un segundo, en las víctimas. Ya lo decía el protagonista del "Lobo".

No importa nada lo durísimo que resultó para muchos trabajadores ahorrar un pequeño capital, que se ha esfumado en la ciénaga de Nueva Rumasa, que se anunciaba a bombo y platillo como si fuera El Dorado. Pagarés garantizados, decía la publicidad. ¡Y Tanto! Seguro que no volverás a ver tus dineros.

Tampoco se compadecieron de la plantilla de los hoteles de Hotasa, unos buenos y fieles profesionales que han estado a punto de perder su sustento por el juego de "te compro y no te pago y me quedo con la hipoteca".

Cajas únicas, paraísos fiscales, testaferros y otras marrullerías han servido para que los millones pasen de las víctimas a los timadores sin ningún complejo. Vete a buscarlos ahora.

Los Ruiz Mateos se defienden acusando a la crisis y a un banquero que no les ha querido seguir financiando. Pero ellos han tenido tiempo para apartar una gran fortuna, con la que pasar estos años de imputación. La Justicia es lenta, pero algún día se acabará la bula. El problema es que esa fecha no llega.