Ahora es demasiado tarde, Princesa", vaticinaba Joaquín Sabina la encrucijada actual. Cristina de Borbón llega con retraso a la mínima exigencia de responsabilidades. La Infanta lleva medio siglo sobre esta tierra sin que nadie la haya interrogado jamás. Ningún extraño asaltó su burbuja aterciopelada, nunca le han discutido con vehemencia un lugar en la cola, ni se ha enfrentado a un profesor exigente que discuta sus méritos.

Hoy debuta la hija del Rey, porque en La Zarzuela no le pedían cuentas ni se oponían a sus caprichos. Estas dos precauciones elementales hubieran evitado la pésima imagen actual de una Familia Real a la que representa Cristina de Borbón ante el juez, después de haber colocado a su dinastía en el disparadero. Y dada la inversión policial de la situación, es probable que la Infanta exija el DNI al juez, antes de autorizar el acceso del magistrado a su juzgado.

Hasta un jurista puede entender los hechos que levantan sospechas de delito fiscal y blanqueo de capitales sobre la hija del Jefe de Estado. En resumen, el coche de la Infanta se ha saltado todos los semáforos en rojo, mientras circulaba a 200 kilómetros por hora en vías urbanas. Ninguna autoridad se atrevió a interceptar el vehículo, en cuyo interior está demostrado que viajaba Cristina de Borbón.

¿Pilotaba la Infanta el coche desbocado, conducía su marido de limitadas luces o se turnaban al volante? Falta aclarar el rol de Cristina de Borbón en la conducción, pero le correspondía cuando menos el rol institucional de abortar una locura medida en el saqueo de millones de euros. La hija del Rey se comportó como mínimo de forma imprudente, y hay delitos por imprudencia. Uno de ellos es el blanqueo de capitales.

Ahora es demasiado tarde, Princesa. Por haberse negado a declarar hace un año, las caliginosas impresiones iniciales adquirieron la consistencia de certidumbres al examinar minuciosamente el papel de la Infanta. Cobraba Urdangarin pero, en otra pieza del Palma Arena con idénticos juez y fiscal al timón, era la esposa de Matas la que ingresaba y gastaba por no hacer nada. Sin embargo, el condenado fue su marido, porque la contratación ficticia estaba ligada a su cargo presidencial. ¿Alguien cree que el apellido Urdangarin pesa más que el linaje Borbón? Mantenerlo supone una injuria contra el Jefe de Estado.

En el siglo del hombre corriente, un juez contracorriente se decide a investigar la corrupción sin límites. La investigación de la Agencia Tributaria y la Fiscalía demostró que la degeneración alcanzaba tal altura que ambas instancias sufrieron de vértigo. El magistrado en cambio no parpadeó. Cumplir con el estricto deber sigue siendo el método más revolucionario de cambiar el curso de la historia. En cuanto a la Princesa, volvamos al sabio Sabina. "¿Con qué ley condenarte/Si somos juez y parte/todos de tus andanzas?"