Bauzá aprende a golpes, aunque la mayoría de ellos los descarga sobre los ciudadanos. El último bofetón se lo ha propinado Carlos Delgado, al hacerle estallar su dimisión en plenas Navidades. Si el cese correspondiera al president, no hubiera sustituido al conseller de Turismo por su segundo de a bordo, importado del ayuntamiento de Calvià a cambio de dejar colocada a su esposa. Si la decisión estaba fechada en junio, no se hubiera reservado la intempestiva víspera del Día de los Inocentes para proclamarla. Los gobernantes respetan su compromiso con la mentira en el trámite más doloroso.

Ni Delgado aguanta a Bauzá. Gracias al abandono del rival interno a quien usurpó su programa castizo, el president se desembaraza por primera vez de un mando españolista. Claro que no los tiene de otro color, tras vaciar al partido conservador de sus bastiones regionalistas. Decapitó sucesivamente a Fiol, Font, Pastor, Rotger o Bosch, sin desdeñar la corrupción como subterfugio. La salida del titular de Turismo facilitaría el tránsito del PP castellanobalear a balearcastellano, una urgencia para el farmacéutico traumatizado por el impacto de cien mil manifestantes a quienes no puede privar de voto. La fiesta contra el TIL ha resquebrajado la determinación presidencial con más fuerza de lo que Bauzá está dispuesto a confesar.

El president se ha quedado sin interlocutor en el Consell de Govern. Los dos hijos de militares monopolizaban las reuniones del ejecutivo balear con su cháchara sobre el asunto que más les fascina, la imposición del castellano a una pretendida dictadura catalanista. La prematura o preventiva espantá de Delgado coloca ahora contra las cuerdas a Bauzá, presidente de un colectivo que vive instalado en la crisis permanente. Los consellers se suceden a mayor velocidad que la ruleta de un casino, y con la misma arbitrariedad. A estas alturas, hasta el president es consciente del peso muerto que comporta la ilustre mediocridad de Antonio Gómez o Juana María Camps. Y si alguien advierte en este párrafo ludópata una alusión a la controvertida concesión del segundo casino como detonante de la crisis, tal vez no ande desencaminado. Se cumplirían además los "asuntos personales" de ordenanza.

Biel Company se queda de superviviente del primer Govern Bauzá, donde el macroconseller está vigorizado por su empecinamiento en sustituir al president. La inestabilidad del ejecutivo balear desvela las limitaciones de su presunto líder. A mayor escepticismo del espectador, más crece su tentación de conceder al fanático un suplemento de eficacia. El observador deslumbrado por la marcialidad presidencial no repara en que nada disimula la incompetencia con tanta habilidad como la obcecación. Desde el delirante comienzo de la legislatura en Sanidad, pasando por Educación y ahora Turismo, Bauzá ha demostrado su incapacidad para mantener la cohesión de un equipo cuyas costuras se le deshacen entre las manos. Con la salida del último mastín, redondea su Govern de mascotas. Ni el Pacto de Progreso tuvo una travesía más accidentada.

Bauzá ha suplantado a Delgado, con la pericia suficiente para que no se advierta la mínima diferencia entre ambos propietarios de verdades irrefutables. Sin embargo, el president ha perdido la iniciativa al no adelantarse a destituir al conseller que pensaba abandonarle, el mayor signo de debilidad de un gobernante. Al otro lado, el titular de Turismo se despide del Govern con un portazo, pero cabe relativizar el retiro definitivo que ayer predicaba con énfasis.

Nadie ha dejado la política con tanta frecuencia como Delgado. Ya anunciaba la retirada antes de acceder a la alcaldía de Calvià, quejándose de la pésima remuneración de los políticos. Reiteró el adiós después de medirse a Rosa Estarás, por citar únicamente dos ocasiones en que comunicó su intención al autor de estas líneas. Esta propensión a la jubilación pone en cuarentena su anuncio de ayer, aunque en ocasiones anteriores no estaba amenazado por un escándalo de corrupción durante su gestión como alcalde.

Además, la jubilación impone la dictadura de la cotidianeidad. Cuando un profesional deja su despacho para dedicarse a la actividad pública, no sólo apetece el cargo, también está harto de la rutina laboral previa que jamás recuperará salvo que se vea forzado a ello. Sin desmerecer al mundo del Derecho, el pleito más suculento palidece frente al despliegue de músculo de viajar a Eivissa en compañía del chófer y el coche oficiales.

Con la clarividencia que otorga el retrovisor, la trayectoria completa de Delgado apuntaba a una dimisión espontánea. Su eterno descontento se afianzó al proclamar en el Parlament que los consellers de Turismo poseen un peso minúsculo en la parcela que rigen. Así se lo hizo saber a su predecesora Joana Barceló. Los hoteleros le recibieron con hostilidad por su militancia españolista y su pasión por la controversia. Sin embargo, el recién llegado asumió pronto el fatalismo de quien sólo ejecuta los designios ajenos.

El archivo fotográfico demuestra que a Delgado siempre se le vio a disgusto en el cargo. Encontró una izquierda disminuida por sus propios errores. Ni siquiera la celebración de su triunfo sobre el Gob a través de la Ley General de Turismo satisfacía sus aspiraciones. El conseller jubilado sólo aprecia las victorias obtenidas por aplastamiento de un contrario. Bajo su batuta, en Mallorca se asumía el cemento como ideología y no únicamente como vía de enriquecimiento. Nunca se recuperó del frustrado gesto napoleónico de contratar a su futura esposa.

Jaime Martínez, el segundo de Delgado por tantos conceptos, no está destinado a sorprender. Como todos los altos cargos de Mallorca, de Educación a Turismo, está ligado al negocio inmobiliario. Ostenta una sorprendente vinculación con el proyecto de Canyamel. Le define a la perfección su sentencia en la World Travel Market londinense, al zanjar que 2014 "será una temporada más rentable". No se refirió al empleo ni al medio ambiente, sólo a los beneficios de los empresarios del sector.

Delgado desmintió ayer su hipotética imputación con la misma fiereza desplegada por Cospedal para ordenar a Ruz que archive su caso. Es probable que el saliente se halle más satisfecho de su etapa como alcalde de Calvià que del tránsito por la conselleria. En la reencarnación inaugural, fue el primer político contemporáneo que plantó cara al cacicazgo mallorquín, siempre desde una ejemplar dimensión evangélica. Tomada en concreto de Mateo, "No crean que he venido a traer paz a la tierra. No vine a traer paz sino espada, porque he venido a poner en conflicto". Amén.