Germán Velásquez (Manizales, Colombia, 1948) participa hoy en la I Jornada de Cooperació Sanitària de Balears, organizada por Apotecaris Solidaris.

—¿Estamos irremediablemente en manos de las farmacéuticas o podemos luchar?

— Estamos en sus manos, pero no sólo podemos luchar: es que debemos hacerlo. Los gobiernos van a tener que hacer algo para que los sistemas de salud en Europa Occidental sigan siendo viables. Tienen que reglamentar la industria y cambiar la forma de investigar y desarrollar medicamentos.

—¿Los estados deberían encargarse más de la investigación?

— Justamente. En este punto, la única solución sería que el Estado investigue cada vez más en productos farmacéuticos. Primero porque la investigación actual no está basada en las necesidades actuales de la población, sino en función de los mercados. La industria crea medicamentos que está segura que va a vender. Además no se innova, solo se introducen pequeñas modificaciones para poderlos patentar y tenerlos en un régimen de monopolio con altos precios por un periodo de 20 años, según las reglas impuestas por la Organización Mundial del Comercio (OMC) y suscritas por 146 países.

— En 2001 se dice que ganó ´la gran batalla´ del acceso a los medicamentos, ¿cuál fue?

— En el 95 se crea la OMC, formada por una serie de acuerdos internacionales de obligado cumplimiento para todos los miembros. Uno de esos acuerdos es el de la propiedad intelectual, que se aplicaba también a los medicamentos, que por tanto podían ser también patentados. Y una patente garantizaba un derecho de exclusividad durante 20 años. Este acuerdo tenía una serie de flexibilidades para aplicarlo en la salud pública y proteger así el acceso a los medicamentos. Incluso se podía retirar la patente para algún medicamento que fuese fundamental para una emergencia sanitaria o una epidemia. Pero nadie conocía esas flexibilidades y para hacer negocio no interesaba divulgarlo. En el 2000 la OMS publicó un documento, yo fui el autor, que difundía todas estos mecanismos de acceso a los medicamentos. Hubo mucho debate y ataques a mí y a la OMS. En 2001 se hizo en Doha la conferencia de la OMC y ahí se ratificó y se hizo una declaración oficial certificando que existen estas flexibilidades. Fue una gran victoria.

— Pero...

— Pero había Estados que se oponían al uso de estas excepciones, los que albergan los grandes laboratorios, como EEUU y otros de Europa occidental; países que utilizan los chantajes y las presiones diplomáticas para que no se usen estas excepciones. Está muy bien documentado con casos de presiones en Brasil, Tailandia, Guatemala... El caso más dramático: en 2001, 39 compañías farmacéuticas denunciaron la ley del medicamento de África del Sur, que incluía la posibilidad de utilizar los mecanismos de acceso ratificados por la OMC. Al final perdieron las compañías, pero en realidad perdieron los pacientes que no tuvieron acceso a medicinas durante los dos años que duró el litigio.

— Cuando divulgó estas vías para acceder a los medicamentos fue usted amenazado e incluso agredido físicamente.

— Hubo amenazas e intimidaciones. No me sentí en peligro, pero temía que llegara a mi familia, como pasó. Fui atacado en Ginebra, donde vivo, y en más sitios. En Río una vez me cortaron [muestra una cicatriz en la muñeca de unos 15 centímetros]. Me enviaban mensajes para que dejara de atacar a la industria farmacéutica.

— El libro y la película El jardinero fiel parece más verosímil que nunca al oír su historia.

— Ésa es mucho más extrema, pero cuando pasó todo esto, la OMS quiso guardar esto en secreto. Pero fueron aumentando las amenazas y tuvieron que intervenir mi teléfono para registrar todas las llamadas y ya lo sabía mucha gente y llegó a los periódicos. En El Globo de Brasil publicaron: Funcionario de la OMS amenazado de muerte. Y salieron varios artículos. Un realizador francés quería hacer una película con mi historia, pero les propusimos hacer un documental sobre el acceso a los medicamentos siguiendo como pretexto todo lo que me pasó a mí. Se llama El lucro o la vida.

—¿Llegan a exagerar o incluso a inventarse dolencias para poder vender más medicamentos?

— En un estudio que hicimos en en la India, África del Sur, Brasil, Argentina y Colombia, se analizaron los medicamentos patentados y puestos en el mercado en los últimos cinco años. Y en más del 90% de los casos no correspondía a las patologías principales de esos países. Y añado: más del 25% era para enfermedades del sistema nervioso. Y para el sistema nervioso en los últimos 20 años se han creado varias enfermedades, en EEUU sobre todo. Allí cuando ven que un niño es un poco más nervioso de la cuenta, lo medican. Además, se los dan durante muchos años sin saber qué efectos tendrá después.

— ¿La gripe A nos mostró el poderío de las farmacéuticas?

— Primero con la gripe aviar. Por primera vez en la historia, los gobiernos estuvieron almacenando un medicamento cuya eficacia no estaba comprobada y para una enfermedad que no había llegado, la gripe aviar. Con los lobbys y las presiones se llegó a ese absurdo. También después con la pandemia H1N1, la gripe A, cuando los gobiernos compraron con el dinero de los contribuyentes millones de vacunas que tendrán que ser destruidas. Francia compró 94 millones de vacunas y sólo utilizó 6. Al principio se quiso regalar a los países pobres lo que sobró, pero varios países africanos las rechazaron. No les servían de nada.

—Para ahorrar, en España los médicos prescribirán sólo medicamentos genéricos. ¿Es el camino a seguir?

— Eso sería un triunfo para el sector salud. Hay muchos genéricos de excelente calidad que pueden reemplazar a los de marca, que valen hasta diez veces más. Sería un beneficio inteligente de la crisis. Otra consecuencia de la crisis sería recortar los presupuestos sanitarios, algo que ya pasa y es gravísimo, es ir contra la historia de la salud pública en Europa.

— Un grupo de investigadores españoles ha logrado muy buenos resultados en la fase inicial de una vacuna contra el sida. ¿Las industrias intentan frenar la llegada de vacunas así?

— Lo que está claro es que por razones éticas y sea quien sea que lo descubra esto debería ser de dominio público. Sería muy irresponsable dejar que se patente una vacuna contra una pandemia. Es como con la malaria o el paludismo. Hay varias investigaciones que son producidas a medias entre lo público y lo privado y no se sabe cuál será el estatuto de propiedad intelectual de la vacuna. Debería ser de dominio público y que el Estado indemnice o pague los royalties al privado.

— Dígame algo bueno de las farmacéuticas.

— Las compañías han hecho un trabajo extraordinario, la revolución terapéutica que supuso la salida de los primeros antibióticos hace 40 años cambió la fase de la medicina y de la salud pública, pero creció tanto que se convirtió en un negoció tan poderoso que es difícil para los propios gobiernos controlar a estos monstruos financieros gigantescos transnacionales. Hoy la industria no busca medicamentos que curen la hipertensión o la diabetes u otras enfermedades, siguen creando medicamentos que crean dependencia. Si encuentran la cura definitiva, se matan el negocio.