En su larga barba se mezcla el blanco con los tonos amarillentos. Sus arrugas parecen excesivas para sus 57 años de vida. Luce un pequeño tatuaje junto al dedo pulgar y una gorra de propaganda cubre su cabeza. Sonríe a quienes le saludan al pasar. Se le ve tranquilo sentado en ´su´ banco, en paz. Le gusta su vida tal y cómo está y no quiere cambiarla.

René Becker tiene 57 años y desde hace cuatro vive en el aeropuerto de Palma. Allí se siente a gusto y allí quiere quedarse. No le tienta vivir bajo un techo, con una cama, con agua corriente, con electricidad. Este ingeniero civil lo tiene claro: Son Sant Joan es su hogar y ese banco situado en la terminal de salidas es su cama, su sofá, su mesa, su silla de comedor y su todo, el lugar desde el que ve pasar la vida. ¿Cómo acabó estehombre alemán, con una carrera, casado y con una hija viviendo en un banco del aeropuerto mallorquín? La vida a veces se tuerce y te lleva por caminos extraños.

A René lo que se le torció fue el matrimonio. "Rompí con mi chica", narra con el español aprendido en el aeropuerto en el que se desenvuelve más o menos bien, aunque a veces le falte alguna palabra y recurra al italiano. Cuando dejó su domicilio conyugal en Mainz pasó muchos años recorriendo Alemania y parte de España. Su parada final, en 2007, fue Son Sant Joan.

Mientras cuenta su historia, varios trabajadores del aeropuerto pasan y le saludan. Le hacen bromas: "Este no hace ni cinco metros al día caminando", apunta un operario de limpieza, "¡y yo no paro!", dice provocando la sonrisa de René, al que se conoce en la estación aérea como ´el barbas´. Junto a su banco-cama, un trabajador de Iberia asegura que René es un "compañero más".

"Todos me conocen", asegura. ´El barbas´ no sólo se ha ganado la complicidad de los empleados de Son Sant Joan, también la de los turistas. De ellos logra comida y algo de dinero: "Los turistas me dan cinco euros por hacerse fotos conmigo", indica con sonrisa pilla.

´Su´ banco está fuera, cerca de la comisaría que hay en la planta de facturación. Eso le da seguridad. "Por que sino te roban las cosas", insiste. Esa zona suele ser la habitual para las personas que viven en el aeropuerto por la seguridad de tener a la policía cerca. Por allí se colocaba para dormir hasta hace un par de años ´la mujer del gato´, una compatriota de René que también se instaló en el aeropuerto una larga temporada. René sabe quién es y cree que "está en Ibiza", pero no fueron amigos. El ingeniero saluda a todo el mundo y es amable con todos, pero prefiere la soledad. "Yo solo, yo vivo solo", repite.

Entre las pertenencias que guarda con celo en su carro de la compra (ropa, toallas, una sombrilla de la playa) destacan varios recortes de periódico. El pasado mes de junio un reportero de la revista alemana Bild publicó un artículo sobre su vida y una joven germana llamada Patricia Becker logró así localizar a su padre, René Becker, del que hacía seis años que no sabía nada. A principios de este mes, Patricia, de 24 años, voló a Palma para buscarlo. "Me dijo que me fuera con ella, que tenía una casa en Alemania", explica, "pero yo estoy bien aquí, solo, esta es mi casa". El Bild relató el reencuentro. "Y la televisión alemana, que vino tres días", añade con una pizca de orgullo este ingeniero que se quedó, pero que guarda contento el recorte donde aparece su foto con su hija.

René Becker no se aburre. Con su hija fue a Palma, aunque le guste más la tranquilidad de su banco que la ciudad. A veces coge el autobús y va a Can Pastilla para comprar tabaco o ropa. En su última excursión se compró tres pares de vaqueros, que enseña contento. En octubre quizás viaje a Amsterdam. Ya ha estado allí, conoce su aeropuerto y "está muy bien". Serían como una especie de vacaciones. De momento sólo aspira a seguir viviendo y viendo la vida desde su banco del aeropuerto de Palma. Tranquilo y solo.