Cabe agradecer a Jaume –ya sólo Rajoy se atreve a llamarle Jaime– Matas que se supere a sí mismo en cada viñeta de su desternillante espectáculo. En un nuevo capítulo de la corrupción "qué se debe", apenas hay hueco para el análisis de la escena u obscena que muestra a un político ingresando tres millones de euros al contado para evitar la cárcel. La pena cautelar palidece frente a la desfachatez del desembolso. Sin parpadear, quinientos millones de pesetas de toda la vida. El ex president respeta al menos la ley de los grandes números.

Matas se proclamó ayer el político más rico de la historia española, sin la excepción de Abel Matutes y a falta de actualizar el tesoro republicano de Juan March Ordinas. En la oficina de un humilde juzgado de Instrucción, el ex president ha culminado su delirio de demostrar a los mallorquines que es más rico que cada uno de ellos por separado, o incluso sumados. Tres millones para empezar, ahí queda eso. La fianza es más efectiva que el palacete para consolidar su imagen de potentado, que ya sólo cuestionan los envidiosos.

El ex ministro aporta en metálico el doble de lo que ha declarado a Hacienda en toda su vida –aunque ocupaba un lugar destacado en la lista de defraudadores fiscales encabezada por Correa–. Curioso, cuando ha consagrado sus dos décadas más provechosas a la política, que obliga a incompatibilidades tan rigurosas. Pese a ello, Matas se granjeó amistades nada divagatorias y un poco ateas, porque no respetan ni las festividades pascuales para afianzarle la millonada. Tampoco se amilanan ante el riesgo de que, en un aval solidario, son responsables de la totalidad de la cantidad suscrita. Compiten en veneración con Bartomeu Reus, que se ha gastado más de un millón de euros en un piso de Madrid para hacer feliz a la esposa de su amigo Matas, a la que autoriza a que se simule propietaria del inmueble. En el tratado de la corrupción comparada, el Túnel de Sóller conmocionó al mundo tras sustanciar un soborno de apenas trescientos mil euros.

No sería Matas sin su prosopopeya. Si atemorizó a Mallorca entera cuando sólo podía amenazar con la maquinaria del Consolat, ahora ha buscado el sello del Banco de España para introducir sus tres millones de euros en el curso legal. Dado su aguzado sentido de la apropiación institucional, con esta exótica maniobra lanza el mensaje institucional de su identificación con el regulador bancario. El Banco de España c´est moi. Por fin ha encontrado una marca a la altura de su fortuna, ahora que se hunde hasta el Citibank.

Detrás del acartonado regulador financiero, el dinero de Matas mana del Banco de Valencia, controlado por la Bancaja de su cuñado para que todo sea nítido. La inefable función social de las cajas, que encima justifican su generosidad por la "antigüedad como cliente" de Matas. ¿Quién no ha conseguido unos millones de euros de su banco, tras un par de décadas de impositor?, ¿cómo justifica esa aportación quien confesaba mentirosamente cien mil euros de ingresos anuales, con los que además debía mantener a su familia en un variado surtido de palacetes? Para alimentar el "tren de vida" que le reprocha el auto de José Castro, necesita más de cincuenta mil euros. Al mes.

No se insiste lo suficiente en la ejemplaridad del comportamiento de Matas. Por si gobernar no desgastara suficientemente, le sobraba tiempo para desarrollar en silencio monacal un genio inversor a la altura de George Soros o Luis Bárcenas. Desde una modestia que resalta sus valores porque, de haberle preguntado en sede judicial:

–¿Tiene usted tres millones de euros?

–No.

Pese a ello, se puede estimar sin especular que hubiera reunido seis millones con igual presteza. Al día siguiente, sino antes. De cuánto efectivo has de disponer, para desembolsar tres millones sin rechistar. El ajetreo judicial puede servirle al ex ministro de Aznar para evaluar la magnitud real de su fortuna, porque una de las desventajas del dinero negro que confesó es la incertidumbre sobre su monto total. La fianza desentumecerá la contabilidad paralela. A continuación, su nombramiento como gobernador del Banco de España que ha ennoblecido con su fianza se ajusta a sus méritos financieros. Por lo menos en el área privada.

Nadie presta o avala tres millones de euros sin contraprestaciones. Salvo al PP. Los intereses de la fianza lastrarán el "tren de vida" de Matas en cientos de miles de euros, pero sólo si nos atenemos a los cauces bancarios aplicables a los comunes mortales. Nunca se hará hincapié suficiente en la casualidad de que la medida cautelar contra Matas iguale a la cantidad reclamada por idéntico concepto a Apostolos Mangouras –los apellidos los carga el diablo–, el capitán del Prestige que emblematiza el momento más glorioso del político mallorquín en el ministerio de Medio Ambiente. La justicia poética, cuando menos.

Un mallorquín siempre respetará a quien tenga más dinero que él. En aplicación de este axioma invariable, el portavoz adjunto del PP balear –la titular no puede hablar, por su inquilinato de Matas y porque está siendo investigada por supuestas presiones a una imputada del caso– se deshace en vaguedades alambicadas y concluye que "tres millones son lo mismo que cien mil". Sobre todo si se trata de dinero público. De esa confusión matemática surgen las decenas de millones desvanecidas en el Palma Arena.

Sin embargo, cuesta culpar a los cachorros del PP. Al contemplar cómo el último cargo de su partido desembolsa quinientos millones de pesetas sin pestañear, por fuerza han de relamerse ante el inminente acceso a cargos del Govern que les permitan esas holguras presupuestarias privadas, por no hablar del derroche público. Si un president reúne tres millones de euros antes de que el juez se los reclame, el escalafón obliga a que un conseller disponga fácilmente de un millón. Un director general puede avalar quinientos mil sin problemas, y trescientos mil un simple asesor. La única incógnita económica que no desvela el escándalo es cuántos millones de euros se hubieran recaudado por suscripción popular, para mantener a Matas alejado de Mallorca. La felicidad mutua, porque él hubiera retornado a sus anhelados Estados Unidos.