La amenaza del cambio climático, con su apocalíptica subida de las temperaturas y su no menos intimidante elevación del nivel del mar, no hay que dejarla en un saco roto. Puede que los científicos que, como profetas del Antiguo Testamento, llevan años alertando de los males que se avecinan yerren en los efectos de la creciente contaminación atmosférica, pero lo que parece cierto es que el petróleo se está acabando. No podemos seguir con el actual modelo de derroche y contaminación. Urgen, más que nunca, nuevas fuentes de energía limpias.