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Crisis en el PP

José Ramón Bauzá: La caída de un líder autoritario y personalista

José Ramón Bauzá. B. Ramon

Frío, autoritario, con una concepción del poder personalista y sin reparos para arrinconar y, si es necesario, anular a quien se le enfrente. Así definían en 2011 a José Ramón Bauzá (Madrid, 1970), cuando logró la mayoría absoluta más rotunda que nunca había conseguido el PP balear, quienes habían tratado con él. En estos cuatro años ha demostrado, como president del Govern y del partido, que esas opiniones no eran desacertadas. El veredicto se lo dieron las urnas el domingo: la mayor derrota electoral que han sufrido nunca los populares en las islas. En el partido se lo dieron ayer los propios dirigentes populares, lanzándole a la cara los descosidos que ha provocado en la formación política.

Bauzá, afiliado al PP desde 1996 y farmacéutico de profesión, entró en el consistorio de su municipio de residencia, Marratxí, en 2003 y alcanzó la alcaldía en 2005, tras un pacto de gobierno con Independents de Marratxí. En 2007 tomó el bastón de mando de su municipio por mayoría absoluta. Aquellas elecciones marcaron el final político de Jaume Matas, que dejó el partido en manos de la hoy eurodiputada Rosa Estarás quien en 2008 aupó a Bauzá a una vicepresidencia ejecutiva de la dirección popular. Digitado a la presidencia del PP, asumió el liderazgo del partido de manera automática con la dimisión de Estarás en 2009, con el único apoyo de los barones populares hasta que en 2010 se impuso a Carlos Delgado en el congreso regional del PP.

En un partido asediado por la corrupción de la etapa de Jaume Matas y con Delgado como único rival por el liderazgo, los principales hombres fuertes del PP optaron por apoyarlo, con reticencias en muchos casos, aunque fuera como un mal menor al españolismo extremo que representaba Delgado.

Destierro de los críticos

Desde ese momento, Bauzá se centró en presentarse como el regenerador de su partido y el que limpiaría la imagen de las siglas populares. A la vez, comenzó a tejer una estructura interna de progresivo control de los barones populares arrinconándolos. El sector regionalista observaba cómo perdía capacidad de influencia mientras Bauzá se rodeaba de afines. Conforme se acercaban las elecciones autonómicas de 2011 adoptó una decisión de la que ha presumido cada vez que se le ha lanzado a la cara la falta de contundencia en la lucha contra la corrupción en su partido: vetó a cualquier imputado para formar parte de las listas electorales del PP balear.

Los hasta entonces grandes nombres del partido quedaron marginados o desterrados, con una política de hechos consumados con la que impuso por ejemplo a María Salom como candidata al Consell y rompió pactos de palabra con, entre otros, Antoni Pastor. Antes, Jaume Font ya había abandonado el partido. Pastor lo haría en 2012, tras oponerse a la política lingüística del Govern que se traducía en una rebaja del catalán en la administración autonómica y en la educación pública. Pastor y Font, junto a Josep Melià (ex UM), crearon ese PI que se ha apropiado de parte del voto de la Part Forana que, hasta la llegada de Bauzá, apoyaba al PP por su sector regionalista.

Autoritarismo

Bauzá ha mantenido hasta el final su estilo de imponer sus deseos, incluyendo el de anular a cualquiera que pudiera hacerle sombra en el partido, incluso si ese cualquiera era el alcalde palmesano, Mateu Isern, sustituido como cartel electoral por Marga Durán, un perfil que no compitiera con el líder del partido.

Ese mismo estilo es el que ha practicado al frente del Govern, donde ha dejado una impronta de falta de diálogo y una imagen de autoritarismo que al final le ha pasado factura. Rodeado de fieles y sin nadie cerca que osara criticar sus decisiones, Bauzá no quiso escuchar a los 100.000 manifestantes en contra del TIL y los recortes en educación ni a las protestas que se lanzaban desde distintos sectores de la sociedad. Convencido de su razón, jaleado por un grupo parlamentario obediente y aplaudido por los suyos, el que tuviera que visitar los pueblos protegido por las fuerzas de seguridad no le indicó, en ningún momento, que estaba equivocándose. Como mucho, le llevó a reforzarse a sí mismo bajo el argumento de lo que, según él, suponía el actuar con responsabilidad sin pensar en el coste electoral que pudiera tener.

Una responsabilidad que, en todo caso, no consideró que incluyera la incompatibilidad de su cargo con la propiedad de una farmacia que el PP incompatibilidad de su cargo con la propiedad de una farmacia que el PPsí exigió, por la vía judicial, que se aplicara a la exconsellera socialista Aina Salom. Tampoco incluía el hacer constar en la declaración de actividades y patrimonio, al tomar posesión de su escaño en 2011, otros negocios privados.

Bauzá ha gobernado en una época difícil, con una dura crisis económica y con las arcas autonómicas en situación desesperada. Gobernar en ese escenario tiene un coste electoral, pero él le ha añadido de su propia cosecha motivos para agudizar ese previsible castigo en las urnas, ahondando la caída del PP balear hasta extremos que pocos en las filas populares, ni siquiera los más pesimistas, esperaban. Ahora es un president en funciones, en el Govern y en su partido.

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