­Bauzá culminó ayer la autodestrucción que ha perseguido con ahínco, en unas elecciones plebiscitarias al Parlament. La disparatada gestión, plasmada en cien mil manifestantes contra su persona, hundió al PP en el veredicto de sus estoicos votantes. Para rematar el simbolismo, ha perdido un centenar de miles de sufragios. Han sido necesarios cuatro años en el Consolat y una derrota estrepitosa para que el president admitiera bordeando la medianoche de ayer que "algo hemos hecho mal".

Con Bauzá al frente y una soterrada división interna sin precedentes, el PP obtuvo ayer el peor resultado de la era autonómica. Se ha quedado por debajo de los 21 diputados de 1983, en los comicios inaugurales y con un Parlament de solo 54 escaños frente a los 59 actuales. Aunque los 20 diputados para la próxima legislatura fueron avanzados por la encuesta del CIS, nadie que haya vivido en Balears durante las últimas décadas imaginaba un descalabro semejante. Bauzá podrá presumir de haber obtenido el mejor y el peor resultado de los populares, pero en el orden equivocado. Triunfó cuando los votantes no lo conocían y se hundió en cuanto percibieron su talante.

El PP le ha expresado su repulsa radical a Bauzá. Preside un partido mucho más diverso de lo que ha pretendido en su uniformidad castrense. Jaume Matas abandonó el cargo con 29 diputados. Con nueve menos, parece inevitable que se cumpla el adagio de que Balears cambia de president en cada legislatura. Así ocurre desde hace un cuarto de siglo, siempre en contra de la voluntad del depositario que no propietario del cargo.

Bauzá ha perdido la mitad de sus apoyos, porque tampoco tomó en consideración los indicios de las europeas de un año atrás. Dada la importancia que concede a su gestión económica, su exiguo porcentaje de un 28 por ciento coincide con la fracción de la ciudadanía que considera que la economía mejorará en el próximo año. En una distorsión habitual de su reinado, se concentró en gobernar contra el setenta por ciento restante de la población.

Ante la clamorosa dejación de funciones de los jueces, los votantes han declarado incompatible a Bauzá por razones que van más allá de la oficina de farmacia que simultanea. Sin embargo, el PSOE no tiene nada que celebrar. Més y Podemos le persiguen a una decena de miles de sufragios de distancia. Si se enjuga la diferencia que conceden el historial, la implantación estatal y la atención mediática, puede hablarse de un triple empate a la izquierda. Ninguno de sus integrantes puede ser descartado.

Un vendaval clausuró ayer la primera legislatura autonómica sin pactos, que será también la última. Bauzá balbuceó sin demasiada convicción que trabajaría para gobernar. Sus números dificultan esta hazaña. Aun considerando una alianza inverosímil con PI y Ciutadans, se queda a cinco escaños de la mayoría absoluta. Su carácter absolutista desvirtúa tanto esta posibilidad como la única opción de dos partidos que supera el listón de los 30 diputados. A saber, PP con PSOE.

Los socialistas barajan otras opciones, aunque no pueden asumir por descontado que Francina Armengol se instalará en el Consolat. No es Susana Díaz, ni en la fortaleza política ni mucho menos en los números que la avalan. La espontánea irrupción de Podemos y la sorpresa de los nueve diputados de Més permite que estas formaciones tuteen a las siglas que una día monopolizaron el progresismo. Las izquierdas arrasaron ayer en las urnas de Balears. Los números insalvables colocan la suma PP más PSOE en un 47 por ciento, que los conservadores habían alcanzado en solitario en media docena de ocasiones. La izquierda acumula 34 diputados, un resultado también sin precedentes pero fragmentado en tres porciones donde no cabe el paternalismo sino el reconocimiento del triunvirato.

Podemos no nació para combatir en unas autonómicas, su meta es Madrid. Al valorar su salto de cero a diez diputados, conviene recordar que esta cifra no fue nunca alcanzada ni en sueños por Unió Mallorquina, la gran bisagra sobreprotegida, sobreengrasada y con los medios a su entera disposición. El partido de Pablo Iglesias ha realizado un importante ensayo para las generales, solo Rajoy supera a Bauzá como generador de inquina. El resultado balear palidece frente al importante tirón palmesano de Som. De nuevo, los votantes no necesitan ser orientados para votar en sintonía. Ojalá pudiera afirmarse lo mismo de los gobernantes. Con todo, y en atención al perfeccionismo quisquilloso que anima a Pablo Iglesias, los candidatos también cuentan.

Ciudadanos debería ocupar el puesto siguiente en el escalafón, pero aquí se descoordina la acertada encuesta del CIS, precisamente porque sondeó erróneamente sobre la principal fuerza nacionalista de Balears. Gracias de nuevo a Bauzá y a la inteligente disolución del PSM en Més, la coalición resultante ha obtenido nueve diputados que sus dirigentes consideraban irrealizables ayer mismo. El pitagórico siete era su meta. La izquierda tampoco captó el impacto del insulto masivo forjado en torno a las siglas TIL. Ningún pacto es posible a espaldas de los econacionalistas. Por el tenor autonómico de las elecciones, Biel Barceló puede postularse como aspirante al Consolat.

El bipartidismo corregido era el valor refugio de Balears. Su estallido ha concedido oportunidades a las opciones más imprevisibles. El PI no solo entra en el Parlament con los tres diputados que tradicionalmente acreditaba UM. Su potencia se concreta además en la esfera municipal. Su ímpetu es otro ejemplo de que Bauzá es un pésimo estratega, pero un prodigio a la hora de crearse enemigos valiosos como Font y Pastor.

Ciutadans ha dañado al PP con más fuerza de lo que indican sus dos diputados. Sus siete puntos porcentuales hubieran maquillado el descalabro popular, pero se equivocó de candidatos. En cambio, el votante nunca lo hace.

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