De 600 pacientes que ahora mismo están ingresados en Son Espases, es el único que este domingo por la mañana utilizó los servicios de ambulancia para ejercer su derecho a voto en estas elecciones generales. Jorge Caudepón Marín tilda de "exagerado" el despliegue de medios para una sola persona [vea aquí las imágenes]. "Me hubiera ido mejor poder votar desde el hospital y no toda esta parafernalia. Esto es como cuando el presidente del Gobierno va a almorzar y le lleva el coche oficial y están los servicios de Inteligencia, helicópteros, etc.", bromea. El técnico de Ambulancias le contesta: "Este servicio es necesario para que usted pueda votar". Pese a su humor negro y descarnado ("soy maño, ¿qué quieres?"), la verdad es que Caudepón agradece el trayecto y el esfuerzo realizados para poder depositar su papeleta en la urna. "Todo ha ido genial. Ahora qué, ¿nos vamos de copas?"

José María Priego y Juan José Lugo son los sanitarios que han ido a buscar a este jubilado de 64 años a la habitación 123 O. El paciente está preparado: se abriga bien. "Si me resfrío y estornudo, me desarmaría", advierte. "Puedo andar, pero el médico no quiere que lo haga", contesta mientras se posa con cuidado en una silla de ruedas. El vehículo especial está en la planta cero. "No es una ambulancia con desfibrilador, quirófano y todo ese tipo de servicios. Ésta es para transportar a gente en silla de ruedas o con movilidad reducida", explica uno de los técnicos. Otros pacientes, con el permiso de su doctor, han podido ir al colegio electoral acompañados por algún familiar.

Jorge sostiene en su mano el alta voluntaria firmada por su médico. "Quiero votar porque si no nos van a comer". "¿Tú sabes lo que es una raposa? Tenemos una alimaña en el gallinero. La tenemos dentro y no la echamos", comenta sin dar nombres. "No he faltado a ninguna convocatoria de elecciones, pero todo son desilusiones. Todo es blablablá, pero luego nada", opina. "Lo que hay que hacer es limpiar esto. Limpiar el mundo de los políticos y los empresarios. Hay mucha gente corrupta. Debe haber más transparencia", prosigue. "Ellos se reparten los beneficios, mientras yo me reparto los dolores", lamenta. "Estoy ingresado porque me están haciendo un estudio profundo para saber qué pasa con mis huesos. Me están dando un tratamiento que funciona", explica.

En los 45 minutos de trayecto, Caudepón va desgranando los hitos más importantes de su vida. "Hace cuatro meses que me he jubilado. Y lo estoy disfrutando a tope -ironiza-. Llevo 48 días ingresado. La vida te sacude". "Si yo mirara sólo por mí, votaría ahora mismo al que me promete subirme la pensión, pero no se puede depositar el voto en la urna sólo por el interés propio. Pero la gente es lo que hace. Y éste es uno de los grandes males del país", reflexiona.

El paciente nació en Zaragoza en 1955. "Me criaron mis abuelos hasta los siete años porque mi madre falleció", evoca. A esa edad se encontró con su hermano y su padre, y se marcharon a Albacete para empezar una nueva vida. "Empecé a trabajar a esa edad, en el campo. Y no he parado desde entonces: he hecho trabajos de carpintería, en la construcción, montaje de estructuras y he sido estibador en el puerto de Alcúdia. Tengo el cuerpo destrozado de currar", protesta.

Es Murterar

Jorge llegó a Mallorca hace 24 años para levantar los grupos 3 y 4 de la central térmica de Es Murterar. "Estoy de acuerdo con su cierre. No te imaginas lo que contamina. Yo he estado dentro". Confiesa que le gusta mucho la isla, "pero cada día la están estropeando más y se vive peor". Jorge ha padecido en su propia carne la crisis. "Nos metimos en una hipoteca y he llegado a estar en épocas con un euro y poco más en el bolsillo para comer cada día. Sé que las cosas están muy mal para los jóvenes, pero pienso que es hora de que mucha gente de 40 años salga de debajo de las alas de sus padres. Al menos, han de intentarlo", considera. "Hay una generación mal acostumbrada y que ha vivido entre algodones".

El trayecto hasta Alcúdia está trufado de anécdotas vitales y de llamadas telefónicas. Algunas a sus hijos y otras a amigos. Le viene a buscar su compadre Francisco Notario. "Él lleva mis papeletas. Le dije qué partido tenía que meter en los sobres. Yo no puedo hacerlo porque tengo mucha insensibilidad en las manos".

Sobre las calles del pueblo caen cortinas de agua. El reloj marca las 11. Toca bajar de una ambulancia que ha dado varias vueltas por el pueblo por culpa del GPS. Jorge vuelve a sentarse en la silla de ruedas y porta un paraguas para guarecerse de la tormenta. Inevitable mojarse, los charcos ya tienen varios centímetros de profundidad. "Hoy nos tendrían que llevar en patera a votar", dice. Vuelve a disculparse por su humor negro. "Hoy toca votar como un VIP. Vaya despliegue", repite este paciente con mentalidad ahorradora y una larga vida de incansable trabajador.

La abstención también se ha hecho notar en Son Espases. Hace seis meses, en las pasadas elecciones, cuatro personas fueron a votar como Jorge. O al menos lo pidieron. "Y hace unos diez, recuerdo un servicio especial de Son Dureta con bastante gente", evoca uno de los sanitarios.

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