En contra de la normativa de ortodoxia periodística, esta página viene ilustrada por una portada anterior del propio periódico. Corresponde al día de inicio de la campaña de las generales, el viernes doce de abril. La inclusión de las cinco candidaturas vaticinadas por las encuestas, y la exclusión de los partidos autóctonos que nunca han obtenido un escaño, generó una fenomenal polvareda en las redes sociales. El diseño gráfico fue criticado, vilipendiado y extrapolado a una conjura diseñada por los bots rusos, cuando se trataba seguramente de un recurso forzado por la proliferación de candidatos con opciones. Y después de herir tantas susceptibilidades, la portada maldita se ha cumplido encima a rajatabla.

La portada es una obra colectiva, en la que nadie acertaría una semana después a distinguir su aportación concreta. El Wall Street Journal tiene un redactor jefe de portada, figura imaginaria en una cabecera regional. Las memorables primeras páginas de El Periódico de Catalunya decidían el titular proyectando la imagen en dimensiones gigantescas sobre la pared, y recurriendo a una tormenta de ideas. La tribulación del inicio de campaña de las generales respondía a un criterio más primitivo. El bipartidismo que se resolvía tradicionalmente con sendas imágenes de la pegada de carteles de PP y PSOE, debía dejar un hueco a los pujantes Podemos, Ciudadanos y CiudadanosVox. Por no hablar de Més y El Pi. O de PACMA.

El lógico descontento de los postergados en la sensacional portada desplazó la tortura a que fueron sometidos los fotógrafos B. Ramon y Manu Mielniezuk. Todas las imágenes estaban captadas el día anterior, y debían incluir a los candidatos con la estrechez suficiente para encajar en un filete, por no hablar de las proporciones homogéneas del quinteto seleccionado de acuerdo a las previsiones electorales.

La descalificaciones más acusadas del producto final surgieron de Més, que por fortuna se toma muy en serio a este diario. El Pi compartía la desazón, y el malhumor de Jaume Font ayer mismo demuestra que ningún partido se resignaba a que las generales se jugaran en campo contrario, o a tragarse los augurios de Tezanos. Frente a tanto escepticismo, lo mejor que puede afirmarse de la portada del doce de abril es que hubiera servido perfectamente para ayer, día posterior a las elecciones. Sin más que cambiar el semblante esperanzado de Marga Prohens por una mueca de dolor. Cuesta formular un reproche a un diario que acertó cuatro sonrisas de cinco, dos semanas antes de las elecciones.

No es una portada para presumir, no tendría sentido rememorarla de no haber mediado el incendio que provocó. De hecho, cabeceras como eldiario.es o infolibre —poco sospechosas de declinación conservadora— o elconfidencial estrenaron la campaña con el mismo montaje de cinco candidatos a columna, incluyendo en todos los casos a Santiago Abascal. Desde Barcelona, La Vanguardia salió del atolladero con un collage de cartelería electoral, de nuevo sin olvidar al candidato de Vox.

Con la perspicacia que concede la sabiduría del retrovisor, la secuencia de fotos casi adivina el orden de los ganadores, sin más que desplazar a Prohens de la segunda a la cuarta posición. Los cinco seleccionados ganaron un escaño el domingo, pero la portada no señaló a quiénes serían los perdedores. Dado que ni Pedro J. Ramírez se atrevería a sostener que sus primeras páginas deciden qué políticos serán favorecidos por el electorado, se puede hablar de una portada polémica, pero también exacta. Desgraciadamente exacta, para quienes consideran que la ausencia de representación autóctona de Mallorca en el Congreso es una maldición que le cuesta centenares de millones de euros a la isla.

"Hay campaña para todos", se leía sobre las cinco imágenes. También aquí se detectó una agresión, porque las elecciones desatan fenómenos paranoides en los políticos más bregados. Desde la perspectiva del pasado domingo, no haber incluido a los dignísimos Guillem Balboa o Joan Miralles, que se enfrentaron a una tarea hercúlea pese a la certeza de una derrota, suena a gesto caballeroso. Pero puede haber otras opiniones a proteger, por eso lo llaman periodismo en vez de religión.

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