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Al borde de lo imposible

Análisis

Al borde de lo imposible

A las encuestas les gusta la novedad. O, mejor dicho, a quienes a partir del trabajo directo de los encuestadores componen el retrato del momento. Los sondeos se han enfrentado en estos meses últimos a dos fenómenos emergentes de alta movilidad, que carecían de referentes anteriores y que tuvieron un tratamiento demoscópico más generoso del que al final les dan las urnas. Quizá sea el resultado de muchos potenciales votantes que, impregnados por lo que se considera tendencia del momento, se suman a las opciones de moda, una especie de "efecto Zara" en la política, algo tan voluble y cambiante como la ropa que ni siquiera resiste una temporada. En cualquier caso, la fuerza con la que ha brotado lo nuevo no ha sido suficiente para arrumbar a lo viejo, lo que nos coloca en un panorama político de inusitada complejidad en un sistema electoral cuyo diseño prima a las fuerzas mayoritarias en busca de la estabilidad. Lo que ya sabemos con certeza es que cualquier modelo de Gobierno que se quiera armar va a tener como eje principal a una de las dos fuerzas hasta ahora dominantes en los ciclos de la política española. Más allá de eso todo es una incógnita que, en un Congreso tan fragmentado, poco contribuyen a dilucidar los juegos aritméticos sobre posibles alianzas.

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