Cada vez vivimos más y además cada vez mejor. Y esto no es más que el reflejo de un fenómeno de envejecimiento a nivel mundial que marcará las próximas décadas. En Europa, para cuando llegue 2050, según las previsiones de las Naciones Unidas, una de cada cuatro personas en el mundo será mayor de 65 años. Nuestro periodo de vitalidad cada vez será más amplio, y con ello, las oportunidades de vivir cada vez más experiencias y más diferentes.

Se estima que, en España, este fenómeno será aún más rápido, y para 2033 podríamos llegar a ese cuarto de la población en edad superior a los 65 años, de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística. Esto hace que sea absolutamente necesario pararse a reflexionar sobre la propuesta de valor con la que las compañías se acercan a este segmento estratégico, especialmente en la industria turística.

España se ha consolidado con un posicionamiento líder a nivel mundial, gracias a su competitividad derivada de factores de infraestructura, garantía de seguridad, patrimonio cultural y recursos naturales, etc. Sin embargo, señales como la bajada del ratio de crecimiento en número de llegadas internacionales o la disminución de la estancia media, plantean retos en la búsqueda de nuevas soluciones que garanticen la sostenibilidad del modelo de oferta turística integral de nuestro país.

Teniendo en cuenta la tendencia demográfica y el panorama de la industria, cabe considerar al segmento sénior como clave en el proceso de balanceo y equilibrio de los flujos turísticos, con un gran impacto sobre la desestacionalización de los mismos y, por tanto, en la optimización de las operaciones y rentabilidad de players de sectores como el del transporte y el hotelero.

Para poder atraer al segmento, es necesario hacerlo en gran medida de forma condicionada por los factores económicos y sociales que lo rodean, especialmente cuando el debate sobre la sostenibilidad del modelo de pensiones está tan en boga. Si bien esto requerirá de acciones ad-hoc para poder hacerle frente, hay que encontrar adicionalmente formas de posicionarse de forma preferente para el segmento.

En este proceso, en las últimas décadas el programa de turismo del Imserso ha sido un activo dinamizador clave, gracias al cual miles de personas han disfrutado cada año de viajes por territorio nacional a precios muy competitivos. Uno de los objetivos iniciales con el que nació, el de mejora de la calidad de vida, ha sido cubierto sobremanera, permitiendo contribuir a la vez a la mejora de las condiciones de salud y prevención de la dependencia.

Sin embargo, otro de sus objetivos primigenios, el de contribuir al desarrollo de la industria, podría no haberse cubierto de forma íntegra. La competitividad del programa y su atractivo para los diferentes players, podrían haber disminuido a raíz de la falta de evolución del mismo. Los precios de comercialización preocupan a los players hoteleros y de distribución viajes, y podrían hacer peligrar la estabilidad del modelo a largo plazo.

Por tanto, será absolutamente crucial la colaboración conjunta en el desarrollo de este programa de agentes privados e instituciones, buscando una distribución de precios óptima, sin influir de forma negativa sobre la demanda actual. Igualmente importante será el desarrollo de nuevas propuestas que complementen al programa y sean compatibles con el mismo, que permitirán captar parte de la demanda cuyas necesidades no puedan abarcarse dentro del programa.

Este equilibrio entre la colaboración público-privada y el desarrollo de la oferta privada, podría posibilitar que el aumento de la esperanza de vida venga acompañado de un aumento de la esperanza de vivencias de un segmento cada vez más amplio, y, a la par, cada vez más exigente y digital, que verá transformados de forma completa sus hábitos de consumo y disfrute de experiencias.

Aquellos que se sepan anticiparse a la transformación y buscar la forma en la que conectar con el segmento, serán los verdaderos protagonistas del cambio.