Después de un mes de agosto probablemente mejor de lo esperado y un inicio de septiembre más difícil, afrontamos el último cuatrimestre del año con más dudas que certezas.

La atmosfera está enrarecida por asuntos como el proteccionismo de Trump, la dificultad para alcanzar un acuerdo entre el Reino Unido y Bruselas sobre los términos efectivos de la salida de la Unión Europea, la discusión de los presupuestos italianos con el riesgo de no cumplir con los preceptos de Bruselas, las dificultades evidentes en el mundo emergente o la reciente muestra de fuerza de Rusia y China con sus impresionantes maniobras militares conjuntas.

Así, todo este ruido más geopolítico que económico nos empuja, aunque sea inconscientemente, a ponderar con más fuerza la parte negativa de la ecuación que la parte positiva. Porque la parte positiva sin duda existe: la mayoría de bancos de inversión del mundo y también instituciones como el Fondo Monetario Internacional insisten en que el crecimiento global esperado para este año y el siguiente seguirá rondando el 4%, que no es poco.

En Estados Unidos, a pesar de la madurez de la fase expansiva del ciclo, su economía está notando el empuje de las importantes medidas de expansión fiscal de Donald Trump. En Europa, a pesar de reducir en una décima las perspectivas de crecimiento para 2018 y 2019, Draghi sigue insistiendo en la solidez del crecimiento económico europeo y en el apoyo de la política monetaria del BCE. En Japón, independientemente de la menor o mayor fuerza del primer ministro Abe tras las elecciones, los tecnócratas del Banco Central Japonés siguen y seguirán apoyando la economía nipona. Y así podríamos continuar con muchas otras economías desarrolladas.

Por todo ello, si antes del verano muchos inversores reducían moderadamente la exposición a la renta variable o se mantenían en liquidez a la espera de tomar decisiones, vuelven ahora a exponerse ordenada y progresivamente a la renta variable de los mercados desarrollados con mejores fundamentales. Además los fondos monetarios más centrados en las letras y bonos europeos periféricos, como por ejemplo Italia, parece que han dejado de ser ese puerto seguro y han mostrado movimientos de una cierta volatilidad que hacen más difícil seguir manteniendo esas posiciones.

* Economista, socio de EthicalSLM y director académico de ISER