Rusia, el país más extenso del mundo, con una superficie dos veces la de China o de Estados Unidos, ha visto como desde la caída del muro de Berlín en 1989 y la extinción de la antigua Unión Soviética en 1991, un país detrás de otro de su esfera de influencia ha ido cayendo bajo influencia occidental pasando a formar parte de la OTAN y/o de la Unión Europea. Este desarrollo de los hechos viene preocupando a los rusos desde hace años porque por el flanco occidental de Rusia, el continuo acercamiento de la OTAN a sus fronteras parece imparable.

Para entender la preocupación rusa viene muy bien hacer un breve ejercicio de geografía como lo hace Tim Marshall en el excelente libro Prisoners of Geography. La Rusia europea esta protegida en su frontera oriental por los imponentes montes Urales y más allá de esta cordillera se extiende la Rusia asiática hasta Vladivostok en el mar del Japón y aún hoy, en pleno siglo XXI, se necesitan más de 6 días de tren para recorrer todo este extenso territorio. En esta área geográfica está Siberia, donde localizamos la mayoría de yacimientos de minerales y de energía y que su comercialización supone el 60% de las exportaciones rusas al mundo. Por el sur, Rusia queda protegida por las montañas del Cáucaso, entre el Mar Negro y el Mar Caspio y por el Norte por el Mar Báltico. El problema y debilidad histórica de Rusia le llega por su flanco occidental donde queda protegida por la mitad sur de esta frontera con los Cárpatos pero por la mitad norte de esta frontera se localiza el territorio de Polonia situado en medio de la gran llanura nordeuropea. Esta orografía llana y de fácil tránsito ha sido tradicionalmente el punto de partida o de paso de las invasiones de Occidente hacia Rusia.

Mapa Rusia

Recordemos las agresiones de Napoleón en 1812 o de Alemania en 1914 o 1941 a través de esta gran llanura. Rusia es plenamente consciente de este tendón de Aquiles en su flanco occidental y viendo que las tres repúblicas bálticas, más Polonia, Eslovaquia, Hungría, Rumania y Bulgaria todos forman parte ya de la OTAN, su sensación de riesgo es muy entendible. Y claro, sabiendo que solo Ucrania y Bielorrusia son las dos últimas piezas de importancia que le quedan antes de llegar a los montes Cárpatos, si Ucrania entrara de lleno en la órbita occidental, dentro o no de la OTAN, el envolvimiento de Occidente seria casi total, exceptuando Bielorrusia.

No, Putin no está loco, Putin tiene muy claro lo que acabamos de ver y sabe que no se puede permitir el lujo de dejar caer del lado occidental a Ucrania y, por ello, su muestra de fuerzas en la frontera este de Ucrania va muy en serio. Esperemos que los esfuerzos diplomáticos alejen los vientos de guerra en el este de Europa, pero para ello, a mi entender, se deberían dar dos situaciones clave. Una, que la OTAN y Occidente muestren un menor interés por ganar influencia en Ucrania. Dos, que las contramedidas mediante posibles sanciones económicas de Occidente a Rusia sean de tal intensidad que detengan la ofensiva militar de Putin en Ucrania. Esta percepción por parte de Rusia de unas sanciones económicas serias que dañaran su economía de manera grave es crucial, ya que desde la anexión de Crimea en 2014 se han venido imponiendo sanciones económicas que Putin las ha tratado como soportables. El problema en la frontera de Ucrania, con una potencial invasión rusa, es un problema para la mayoría de economías europeas porque, no nos llevemos a engaño, si se activan intensas sanciones económicas a Rusia como respuesta a una invasión, el impacto en la economía rusa será grave, pero también el impacto en las economías europeas. Sería grave para la economía rusa ser expulsada de los mercados de divisas sin poder convertir rublos en euros, dólares o libras. Sería grave para Rusia no tener acceso a la financiación de los mercados de capitales internacionales mediante la emisión de bonos. Y sería aún más serio para Rusia expulsar a sus bancos del sistema Swift de pagos internacionales.

Sin embargo, por el lado europeo y esperando el presumible cierre de los gaseoductos rusos que cubren de manera importante las necesidades energéticas de Europa, el impacto sería gravísimo. Basta saber que Alemania depende en un 40% de la energía rusa y las repúblicas bálticas entre el 90% y el 100% de su energía proviene de Rusia. Además, para los optimistas, el gas alternativo a través de las importaciones mediante cargueros de gas natural licuado (LNG) proveniente de Estados Unidos y Catar es del todo insuficiente, así como las energías renovables desarrolladas en Europa en los últimos años. Los vientos de guerra son muy reales y la preocupación en los mercados financieros también: en los últimos 5 días las principales bolsas mundiales acumulan pérdidas de entre el 4 y el 7 por ciento. Espero y deseo que se pueda evitar este conflicto mediante una diplomacia proactiva y efectiva, pero desgraciadamente no podemos descartar para nada la guerra.