Recientemente en una subasta de Christie's se vendió una pieza de arte que no existe en el mundo físico por la módica cantidad de 69 millones de dólares. En ese caso el comprador no recibió una escultura, ni una pintura. De hecho, ni tan siquiera una copia. Pero sí recibió un NFT.

¿El qué?, se preguntarán muchos con razón. Comencemos por el principio.

Un NFT es el acrónimo de Non Fungible Token o traducido al castellano “token no fungible”. Un activo fungible es algo que puede intercambiarse fácilmente. Por ejemplo, un billete de 10 euros puede intercambiarse por dos de 5 y tendrán el mismo valor. Pero eso no ocurre con los activos no fungibles, ya que tienen unas propiedades únicas que impiden su intercambio. 

Una obra de arte es un ejemplo típico de activo no fungible, por ejemplo Las Meninas de Velázquez. Podemos hacer fotos del cuadro, se pueden imprimir pósters, crear camisetas, editar chapas, producir sellos, generar postales o incluso pintar falsificaciones muy buenas, pero sólo existe un cuadro original.

Pues eso es un NFT, un activo único que puede ser comprado o vendido como cualquier otra propiedad pero que sólo existe en el entorno digital, sin estar unido a una forma física (normalmente). De ese modo, el mismo actúa de forma similar a un certificado de propiedad sobre el activo, en este caso digital. 

Más de uno pensará, ¿pero lo digital es muy fácilmente copiable, no? De hecho, no era ése uno de los grandes avances de la digitalización, ¿la facilidad a la hora de copiar contenido? Cierto, pero también genera un problema con la autoría de las obras y su explotación económica. Por tanto, poder acreditar que existe un original de una obra digital, que hay un titular de la misma y que sobre ella se pueden ejercer derechos, es un cambio muy significativo y con muchas ramificaciones legales y comerciales. Es como poder autografiar una obra digital e indicar que aunque puede haber miles de copias, sólo las firmadas por el autor son las auténticas. 

¿Pero cómo se realizan los NFT? Mediante la misma tecnología que da sustento a criptomonedas como bitcoin, la llamada cadena de bloques o blockchain. La misma posibilita llevar un registro seguro y válido de las mismas, sobre las que además poder aplicar contratos inteligentes que faciliten la gestión de derechos o el pago de royalties, entre otros.

Y es ahí donde está el valor para el entorno empresarial. Es decir, una obra digital puede ser un dibujo, pero también puede ser texto, audio, vídeo, código informático, vectores, gráficos, una combinación de todas las anteriores y mucho más. Si puedo generar copias auténticas y únicas de ese contenido, puedo encontrar un nuevo valor explotable para mi empresa.

Por ejemplo, digamos que queremos crear una colección de ítems digitales (cromos, pequeños vídeos, micro audios o frases) que sean coleccionables. Eso es lo que por ejemplo quiere empezar a hacer la creadora de Funko, la empresa que genera cientos de figuras basadas en personajes de ficción. O digamos que quiero incluir mi marca en un videojuego de forma única, mediante una skin o un ítem que el personaje del juego pueda usar. Eso es lo que ha anunciado que hará SquareEnix, la creadora de la saga de videojuegos Final Fantasy.

De hecho, vamos más allá y digamos que quiero representar a artistas digitales y sus creaciones, generando los NFT de sus obras más destacadas como una galería de arte, gestionando la compraventa de las mismas con todos aquellos interesados. Eso es por ejemplo lo que están haciendo mercados como Rarible o MakersPlace.

Eso son sólo algunos ejemplos, ya que hay muchos más: podríamos crear entradas digitales no falsificables para eventos de todo tipo, gestionar la reserva de nombres de dominio o denominaciones en el entorno cripto, digitalizar versiones autenticadas de documentos o licencias (por ejemplo, el primer contrato de los Beatles) o asegurar la autoría de prendas de lujo, entre otros.

Sin duda todo ello tiene vertientes legales y técnicas múltiples, de las que podemos hablar otro día. Pero no cabe duda que el fenómeno de los NFT, más allá de la burbuja actual vinculada al mundo del arte, es algo a tener muy en cuenta y que debe valorarse como una actividad empresarial y una vía de explotación comercial con mucho potencial.

¡Feliz tokenización!