El Balón de Oro es el trofeo individual que más se parece a la Supercopa, por aquello de que si lo ganas es espectacular y si no, es algo menor que no premia al colectivo como equipo de fútbol.
Dicho esto y sin ánimo de comparar castañas con naranjas, si he encontrado este año un pequeño-gran paralelismo entre salientes y entrantes.
Cuando se cierran unos Juegos Olímpicos, en la ceremonia de clausura el alcalde de la ciudad que ha acogido los que acaban y se despiden, le entrega de modo simbólico la bandera olímpica al alcalde de la ciudad que los acogerá cuatro años después. Es un acto que me parece tan simbólico como elegante y a la vez una especie de abrazo socio-deportivo.
Este año, en la entrega del Balón de Oro, el ganador del año anterior fue quien hizo entrega del trofeo al ganador de este año, algo comparable a lo mencionado anteriormente. Y me pareció ejemplar a la vez que debería de ser así como hermanamiento entre rivales, que no enemigos, como dijo el saliente tras entregar el trofeo al entrante.
Otra cosa es que los egos del fútbol permitan que un acto así tenga continuidad a la vez que me pregunto por qué no se le ocurrió antes a las muchas cabezas pensantes que viven del cuento.
Será que futbol es futbol y hay cosas irreproducibles de otros sectores. No sé.
