"Recuerdo a mi abuela. Debía ser el año 92, por aquel entonces yo jugaba en el Platges de Calvià. Vino a verme a un partido y durante los 90 minutos no fue capaz de levantar la cabeza de su asiento. No entendía que su nieta jugara a fútbol. Era un sentimiento de vergüenza, pero no era a la única que le pasaba". Mari Paz Cerdà echa la vista atrás. No hace tanto de ese capítulo que, en su momento, le dejó marcada. Ahora, ya con las botas colgadas, no oculta la envidia que le produce ver a las más pequeñas dar sus primeras patadas a un balón. "En mi época eso era impensable", reconoce.

De la vergüenza y el ostracismo más profundo se ha pasado, en los últimos años, a la consideración y el reconocimiento. DIARIO de MALLORCA reúne en el Día Internacional de la Mujer a cinco futbolistas mallorquinas de diferentes décadas para hablar de pasado, presente y futuro del deporte rey en España. De los pasos que se dieron en falso, de las huellas que quedaron en el camino y de los saltos que todavía quedan por dar.

La actual oleada feminista que está sacudiendo el país, coincide con un importante auge del fútbol femenino. La simultaneidad de ambos movimientos no es casualidad. El fútbol, ese fenómeno de masas de alcance global, es un espacio masculinizado como pocos. "La evolución es evidente, sobre todo en los dos o tres últimos años. Da la impresión de que se da un golpe sobre la mesa y hay un giro de 180 grados. Por fin tenemos voz y voto. Las mujeres hemos ganado en credibilidad y la sociedad se ha volcado con nosotras", reconoce Marga Fullana, capitana del recién creado Atlético Baleares femenino.

Durante el siglo XX el deporte femenino - y en particular el fútbol - fue sistemáticamente obstaculizado, simplificado e incluso reprimido. La relegación de la mujer a roles secundarios y su adecuación forzada a un ideal de feminidad definido por los hombres no ayudó a su encumbramiento. "Yo sentía vergüenza. Era la única niña que quería hacer algo que, en aquellos años, era exclusivamente de los hombres. Mis padres nunca me dijeron que no, pero yo sabía que en aquella época no estaba bien que las mujeres jugaran a fútbol. Eso me echaba atrás, lo que pudiera pensar la gente", recuerda Pili Espadas, capitana del Collerense, sobre sus inicios en este mundo.

Un capítulo casi calcado lo vivió Mari Paz en sus años de niñez. "Que una chica jugara a fútbol en mi época se veía muy mal. Tuve la suerte de que mi padre siempre me apoyó, eso sí lo recuerdo, pero también de jugar a escondidas en el equipo de futbito del colegio. Tenía 20 años cuando empecé en este mundo, casi con la creación en Mallorca de la categoría regional. Durante diez años disfruté mucho, pero a los 30 me retiré, adopté un niño y la última temporada se me hizo demasiado larga", evoca.

La popularidad mundial del fútbol femenino empieza a hacerse patente a mediados de los 90, cuando el COI decide incluirlo en los Juegos Olímpicos de Atlanta 96. Con solo cuatro años, Marga Fullana empieza a darle sus primeras patadas a un balón sin temor, vergüenza, ni miedo y con el apoyo de su familia y amigos. "Empecé de muy pequeña y la verdad es que en aquella época era difícil porque siempre oías las típicas frases de 'marimacho' o '¿qué hace una niña jugando a fútbol?' Recuerdo que hacía oídos sordos. Eso me ayudó a ser más fuerte y acrecentó mi grado de competitividad", asegura la algaidina.

Cata Coll, Gabriela García, Marga Fullana, Pili Espadas y Mari Paz Cerdà, en el campo de Son Malferit. B. RAMON

"Pues yo recuerdo esos primeros años con mucho cariño", evoca Cata Coll, reciente campeona del mundo sub-17 con España y guardameta del Collerense de Segunda División. "Jugaba a fútbol en mi cole y pronto me apunté al equipo de mi pueblo. Nunca sentí discriminación alguna, me trataban como una más. Quizás al principio sí me sentí algo vigilada o más cuidada de lo normal, porque casi era la única chica, pero una vez integrada, siempre trabajé como una más y nunca hubo ninguna actitud que me afectara o marcara", resuelve la marratxinera.

Insultos desde las gradas

Pese a los avances, todas reconocen que desde las gradas los aullidos todavía son evidentes. "El machismo sigue en pie. El insulto hacia las jugadoras y sobre todo hacia las árbitras es el pan de cada día", valora Espadas. "Por desgracia eso es difícil de cambiar y pasarán diez años y seguirá habiéndolos. El gracioso de turno siempre va a existir en el fútbol y donde sea", aprecia Cata. Incluso Gabriela García, con solo seis años, se hace eco de lo que, a día de hoy, le dicen sus compañeros. "Algunos niños no quieren jugar conmigo a fútbol por ser niña, pero me da igual, yo paso. A mí me gusta correr detrás de la pelota y meter goles", asiente risueña sin preocuparle mucho más.

Fruto de dicha exclusión, Gabriela le pidió un día a su padre jugar solo con niñas. La utopía de la pequeña se fraguó solo unos meses después, con la creación del Primer Espai 3x3 Training exclusivamente femenino, que este pasado martes cumplió su tercera edición. "Me gusta más jugar con niñas porque son más inteligentes, comparten más la pelota y piensan antes de hacer. Los niños juegan a lo bruto, no la pasan y se quedan quietos, pidiéndola. Están en su mundo. Disfruto más jugando con otras niñas porque el fútbol es más normal", reconoce dicharachera, ataviada con sus botas de tacos.

En España el progreso se ha observado, en gran medida, en los últimos años. La selección española de fútbol femenino ha pasado de no disputar ningún torneo a ser asidua en Mundiales y Eurocopas. La generación que viene, capitaneada por Cata Coll, promete alegrías, con varios campeonatos y trofeos ya a sus espaldas. La formación de la jugadoras y las infraestructuras con las que cuentan hoy en día han ayudado a dar ese paso.

"Evidentemente no me puedo comparar con la calidad que hay ahora, porque el fútbol base es el que es, pero sí que creo que, con todas las facilidades y medios que existen hoy en día, quizás podría haber llegado a algo. Era una tía muy cabezona y comprometida", rememora Mari Paz. "Si hubiera nacido diez años más tarde sé que nada habría sido igual. Las generaciones que vienen ahora cuentan con muchas más puertas a las que tocar. La formación es distinta. Quién sabe dónde estaría si hubiera nacido una década después", coincide Pili Espadas.

"Siempre me han inculcado que las mujeres pueden alcanzar la mismas metas que los hombres. Quizás en algunos ámbitos se necesite más esfuerzo o trabajo, pero a mi generación siempre le enseñaron a no tirar la toalla y luchar por sus sueños", reconoce Fullana. "Tengo la suerte de haber nacido en un momento en el que las futbolistas empiezan a poder vivir de esto. Tenemos muchos caminos. Apuestan por nosotras, algo que antes era impensable", corresponde Cata.

El fútbol como forma de vida

El empoderamiento de la mujer en el deporte se ha convertido en una de las principales herramientas del sexo femenino. Todas comparten que el fútbol fue o es para ellas "un estilo de vida" que va más allá de lo puramente deportivo. Muchos de los estereotipos de género se han combatido precisamente mediante el ejercicio físico, algo de lo que se hacen eco. "El deporte para la mujer es una fórmula para despejarse y olvidarse de los problemas, salir de la rutina. La mujer deportista se hace fuerte, visible y tiene más capacidad para no rendirse en otros ámbitos de la vida", explica Cata. "El fútbol femenino nos ha dado voz. Las mujeres deportistas tienen más facilidad para crecer en cualquier ámbito de la vida. Son fuertes, pelean y luchan", resume por su parte Fullana.

Gabriela espera pensativa ante las puertas de la Federación. B. RAMON

"A nivel deportivo se están consiguiendo hitos impensables. Creo que el cambio de generación en los últimos años ha sido importante. En el fútbol he hecho amistades y he conseguido logros que siempre llevaré grabados. Económicamente no me ha dado nada, pero en la vida me lo ha dado todo", añade Espadas.

"El deporte para mí siempre tuvo un carácter reivindicativo y quizás el fútbol femenino, por todo lo que conlleva detrás, es todavía más transgresor. Hace unos años todas las que jugaban a fútbol tenían que ser marimachos, ahora las niñas son auténticas atletas. Fuertes. Luchadoras. Nadie puede hundirlas", zanja con una sonrisa Mari Paz.