Todo empezó el pasado 21 de noviembre. Un reportaje del diario El País sobre aficionados extranjeros de equipos españoles puso el foco sobre Edwin Smolders, un holandés de 42 años que hace dos décadas que anima al Mallorca desde su país. "No hay cosa en el mundo que quiera hacer más que ver un partido en Son Moix", explicaba en el texto. Hoy, poco más de dos meses después, va a cumplir su sueño.

Su mensaje de amor a los bermellones caló en las redes sociales y el club reaccionó de inmediato. Le ha invitado a pasar el fin de semana en la isla, haciéndose cargo de sus gastos de desplazamiento y estancia desde su Den Bosch natal. Ayer presenció el entrenamiendo del primer equipo, se fotografió en el banquillo de Vicente Moreno y hasta pisó el césped, pero la guinda llega esta mañana. Smolders se sentará en el palco de honor para presenciar el duelo ante el Alcorcón.

El del país de los tulipanes no cabe en sí de gozo. "Soy fan del Mallorca desde hace más de veinte años. Vi un partido amistoso en Holanda y muchos partidos en televisión ... pero nunca en vivo en Son Moix. Mañana -por hoy para el lector- se hará realidad un sueño. Lo único que espero es que logremos la victoria", escribió ayer en su cuenta personal de twitter, que recibió mensajes cariñosos de mallorquinistas que le daban la bienvenida. Smolders, que eligió este fin de semana para venir a la isla tras la propuesta del club, se pasó la tarde en Son Bibiloni viendo los partidos de los equipos de las categorías inferiores.

Sin embargo, no es la primera vez que viaja a la isla. Ni mucho menos. "Cuando vamos a Mallorca, mi mujer y mis hijas tienen una cosa segura: que vamos a ir a la tienda del equipo", explica en el reportaje. Su idilio con el Mallorca comienza en la final de la extinta Recopa de Europa frente al Lazio en 1999. "Desde entonces, sigo todos los partidos como puedo: a veces por la radio, otras veces por Twitter, otras en un bar", reitera Smolders. Y siempre que el club ha pisado su país se ha desplazado para presenciar los amistosos, sin ir más lejos en las pretemporadas estivales en Ermelo, Oosterbeek y Sittard. Pero jamás pudo verlo en Son Moix. "Un año estuve a punto de ir, pero el día antes del encuentro enfermé", recordaba. Esta mañana se quitará la espina con todos los honores. Es el premio de animar a unos colores que siente tan cercanos desde la friolera de 1.614 kilómetros.

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