La gran final, la más esperada de los últimos tiempos, duró lo que quiso Novak Djokovic, que ha demostrado porqué hoy por hoy es el número uno indiscutible del tenis. La final se ha 'jugado' en los últimos quince días, los de espera para ver el duelo que todo el mundo esperaba mientras los dos finalistas se deshacían de sus rivales como si nada, a la espera del ansiado choque de trenes que al final no existió. Se enfrentaban los dos mejores jugadores del momento, y dos de los tres mejores de la historia, algo que puede cambiar muy pronto si no aparece alguien que sea capaz de derribar al balcánico. En la final solo ha existido un jugador, el serbio, que se impuso por un arrollador 6/3, 6/2 6/3 en dos horas y tres minutos, en lo que es la mayor humillación que ha sufrido Nadal en sus ocho finales perdidas de Grand Slam. Nunca había finalizado uno duelo decisivo de un grande sin al menos ganar un set. Ayer no. Era un imposible en un duelo decepcionante porque no hubo final. Nadal no supo en ningún momento cómo contrarrestar el impecable juego de su rival, sin mácula en todo el partido. Una final muy diferente a la que disputaron en 2012, la más larga de la historia, con casi seis horas de juego y que pasa por ser un hito en la historia de este gran deporte.

El Abierto de Australia es definitivamente un torneo maldito para el manacorí, que ayer perdió su cuarta final de cinco intentos. Solo en 2009 se impuso, a Federer, y ha visto cómo tendrá que esperar para convertirse en el primer jugador de la Era Open, desde 1968, en ganar un grande como mínimo dos veces.

Era el enfrentamiento 53 entre estos dos monstruos del tenis, y el más desigual en el duelo más repetido de la historia del tenis. Porque desde el primer punto Djokovic evitó la batalla, el tú a tú con su ilustre rival. Al número uno le entró absolutamente todo y demostró una vez más que es uno de los mejores sacadores del circuito, sin duda el mejor restador y el poseedor de un revés descomunal, que tanto daño le hizo ayer al mallorquín.

Djokovic, que ha conquistado su séptimo Abierto de Australia, superando a Federer, suma su decimoquinto título de Grand Slam y se coloca a solo dos de Nadal y a cinco del suizo, que parece que se quedará en los veinte que luce en su palmarés porque, a los 38 años que cumplirá en agosto, parece definitivamente en la cuesta abajo de su brillantísima carrera.

El partido tuvo muy poca historia. La que quiso Djokovic, intratable al servicio. Un dato que indica la superiodidad del balcánico es que Nadal consiguió solo un punto al resto en el primer set, que duró 36 minutos. Once errores no forzados ante Djokovic por solo tres del número uno son unos números letales para cualquiera, y más ante el mejor Nole de la historia. A sus 31 años y pletórico físicamente, está dispuesto a batir todos los registros en la historia del tenis.

Se esperaba en el segundo parcial que el serbio bajara su nivel y que lo elevara Nadal. Parecía imposible que un jugador, incluso el número uno, aguantara el ritmo y el nivel de acierto del primer set. Pero no. El ya campeón de quince grandes no estaba dispuesto a ninguna concesión y en el quinto juego ya rompió el servicio de su rival. Lo volvería a hacer en el séptimo y en ese momento se acabó el set, que finalizó con un incontestable 6/2 para Djokovic, y probablemente el partido. Por momentos parecía que Nadal deseaba que acabara cuanto antes aquel infierno, del que no sabía cómo salir. Se quemaba sin visos de solución.

Nadal, que no gana a Djokovic en pista dura desde la final del US Open en 2013, con diecisiete sets para el serbio por ninguno del mallorquín, estaba prácticamente entregado. Emplear este término cuando el de Manacor está en pista es muy arriesgado, pero no lo parecía ayer. Sencillamente porque Djokovic no dio ningún momento de respiro. No dio ni la más mínima opción a su rival, que con el paso de los minutos, de los juegos y de los sets se derrumbó como un castillo de naipes. Por impotencia, por falta de respuestas a la maestría de su rival y porque, a diferencia de lo que ha ocurrido durante el torneo, no le respondieron las piernas. Parece inexplicable teniendo en cuenta que se presentó en la final con solo doce horas en pista.

La realidad es la que es y los números también. Con su victoria de ayer, Djokovic gana 28-25 a Nadal. Pero hay un dato incontestable. El serbio ha ganado al mallorquín 19 veces por solo siete derrotas sobre pista rápida. No hay color en esta superficie. Para invertir los números, Nadal ha de jugar a la perfección y Djokovic ser un tenista más humano, y ahora no lo es. Todo lo contrario, es de otra galaxia. Con su victoria suma su tercer grande consecutivo tras Wimbledon

Habrá que esperar mejores tiempos. Tal vez en Roland Garros, el próximo grande, donde Nadal es el indiscutible rey. Ayer, sobre la Rod Laver Arena solo existió un jugador. Fue Djokovic, un gran campeón.