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Opinión

La madre que se guardaba el orgullo y el dolor

La madre que se guardaba el orgullo y el dolor

La madre de la campeona Marga Crespí trabajó durante años en este diario. Animosa y educada, con una bondad sin imposturas. Estas cualidades no demuestran, pero sí empeoran, cualquier maltrato que pueda haber sufrido. Desde la mañana temprana se convertía en un ejemplo de actitud positiva ante la existencia.

Nunca la escuché presumir de una hija con medalla olímpica, frente a tantos padres de falsos Messi. Se guardaba el lógico orgullo, parece que también el dolor. No me la imagino mintiendo, si bien el periodismo no juzga, solo expone. Cuando supimos que era la madre de una estrella, podíamos imaginar la satisfacción no exteriorizada. Solo el retrovisor aprecia la situación ahora denunciada policialmente.

Conozco a Marga Crespí exclusivamente a raíz de una entrevista, el método más rápido y eficaz de analizar a un ser humano. Trajo su bronce recién obtenido en Londres, la única vez en que he tenido en las manos una medalla olímpica. Estaba acostumbrada a sufrir para conquistar sus metas:

-¿La seleccionadora Anna Tarrès les dice cosas del estilo de "esto es una basura"?

-Sí, y funciona porque nos espabila.

Habituada a la presión extenuante del deporte de élite, muy grave ha de ser el comportamiento que ha decidido denunciar en abierto. Al difundir sus tuits, lo primero que pensé es si habría avisado antes a su madre de la tormenta pública que se le venía encima.

La nadadora artística del Cirque du Soleil acudía a los homenajes en Mallorca con su madre, sin su padre. No le pregunté por su progenitor, Crespí lo introdujo espontáneamente en la entrevista:

-¿Cómo aprendió a nadar?

-A mi padre le recomendaron la natación para la espalda, y nos llevó a sus hijos con él. Aprendí en Son Moix.

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