Lo ha vuelto a lograr. Rafel Nadal Parera Rafel Nadal Parerase ha vuelto a superar a sí mismo al lograr su undécimo título en Roland Garros. A la quinta pelota de partido ha levantado los brazos al cielo de París. Al mallorquín ya no le bastan los dedos de las dos manos para mostrar las veces que ha conquistado el grande de la tierra. Una auténtica barbaridad que le compara con la australiana Margaret Court como único tenista en conquistar once veces un mismo grande. Court lo consiguió en la década de los 60 y comienzos de los 70 en el Abierto de Australia. Nadal empezó su reinado en París en 2005 y lo mantiene vigente trece años después. Casi una década y media, que se dice rápido.

Animal competitivo por excelencia, el ya campeón de diecisiete grandes se ha impuesto a Dominic Thiem por 6/4, 6/3, 6/2 en 2 horas y 42 minutos. El austriaco ha sido el único tenista que en los dos últimos años ha cuestionado el dominio del mallorquín sobre tierra. Thiem le había ganado tres de las nueve veces que se habían enfrentado hasta ayer, dos de ellas en el plazo de un año. Por lo tanto, era sin duda un rival de cuidado y que se había ganado el respeto de todos, el primero del propio Nadal.

En lo que era la final 24 de su carrera en un grande, Nadal, que ya cuenta 57 títulos en tierra sobre un total de 79 ganados, ha demostrado ser el dueño absoluto de Roland Garros. Hace aquí lo que le viene en gana. Ha ganado porque ha sido mejor que su rival, pero sobre todo porque cuando juega en la capital francesa, en medio del Bois de Bolougne, se transforma en un ser superior, letal, un gigante para sus rivales. Su trayectoria lo corrobora. Sus números en París también. Solo dos derrotas cuenta en sus 86 partidos disputados en el segundo grande del curso -Soderling en 2009 y Djokovic en 2015- y solo en dos ocasiones ha llegado a los cinco sets, ante Isner en la primera ronda de 2011 y frente a Djokovic en la semifinal de 2013. Unos datos que demuestran una superioridad difícil de encontrar en cualquier otro deporte.

Han caído rendido todos a sus pies. Federer, Djokovic, Wawrinka, Puerta, Soderling, Ferrer. Y desde hoy Thiem, el que algún día reinará en Roland Garros. Pero aún no toca. No, estando Nadal en pista. La victoria ha llegado con un punto de drama. Cuando Nadal iba embalado hacia la victoria final, con dos sets en el bolsillo y 2-1 en el tercero con rotura, ha tenido que ser atendido de su muñeca izquierda. Tenía calambre. "No siento la mano", ha dicho a los suyos desde su silla mientras era atendido por el fisio. Seguía jugando como los ángeles, pero era otro Nadal, con semblante serio, el que no celebra los puntos. Algo pasaba y no era nada bueno. Tras el juego siguiente volvió a requerir la asistencia del fisio, y de nuevo antes de empezar el juego que iba a resultar definitivo y después de romper por segunda vez el servicio de Thiem. Con su saque, Nadal ha tenido que esperar a la quinta pelota de partido para certificar su nuevo triunfo en París.

El partido ha sido una nueva demostración de poderío de un Nadal al que no se le ve final. Ante un rival a ratos sublime, superlativo en muchas fases del partido, el mallorquín ha tenido que dar lo mejor de sí para llevarse el duelo. El resultado de tres sets a cero tiene un punto de mentira. Nadal ha ganado porque ha disputado su mejor partido en el torneo, y eso que ha jugado muchos. El problema de Thiem ha sido el de tantos otros antes. Ante Nadal en Roland Garros no basta jugar bien a ratos; hay que hacerlo durante todo el tiempo para tener alguna opción. Un partido a cinco sets contra Nadal es como un maratón. Has de ser regular, constante, para llegar con opciones al kilómetro 42,195 metros. En el tenis es igual. En el deporte de la raqueta el ganar juegos te ha de servir para sumar sets. Gana el que más parciales contabiliza. Y Nadal ha dejado a cero a su rival.

Sobre el tapete en la pista central, y con el trofeo en sus manos, Nadal no ha podido reprimir las lágrimas. Había sufrido de lo lindo. Dijo tras clasificarse para la final que se ha de poner en valor lo que está haciendo. "Parece que es lo lógico que esté cada año en la final, y no debe ser así", decía con razón. Diecisiete grandes no es una cifra para infravalorarla. No quedaba ninguna duda de su gesta, pero desde ayer menos, que Nadal es junto a Federer el mejor tenista de la historia y uno de los deportistas más grandes de todos los tiempos. Nadal ha acudido fiel a su cita de París. El idilio con París continúa. Gloria infinita para Nadal.

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Nadal conquista su undécimo Roland Garros