A sus 25 años, el búlgaro Grigor Dimitrov es la eterna promesa del tenis, el jugador llamado a suceder a Roger Federer, al que siempre se le ha comparado por su forma similar de moverse sobre la pista y por su talentoso revés. El novio de Maria Sharapova, que pasa por ser el tenista más atractivo del circuito, formado en la Academia Sánchez-Casal en Barcelona, llega pletórico a su cita con Nadal. Ganador en Brisbane, donde derrotó en la final al japonés Kei Nishikori, Dimitrov todavía no ha perdido ni uno de los diez partidos que ha disputado en este 2017. En Australia solo ha cedido tres sets y cree que está ante la gran oportunidad de su carrera, la de disputar su primera final de un grande.

Semifinalista en Wimbledon al vencer a Andy Murray en 2014, el jugador de Haskovo reconoció tras derrotar en cuartos al belga David Goffin que en los dos últimos años "todo ha transcurrido en una constante montaña rusa". Quince del mundo en la actualidad, llegó a ser octavo en agosto de 2014, su mejor clasificación, pero en julio del pasado año bajó a la posición 40.

Nadal se encontrará hoy un rival diametralmente opuesto a Raonic. No es un cañonero como el canadiense, sino un tenista técnico, estético, muy parecido en sus movimientos al impoluto Federer, con el que coincide al poseer un revés a una mano espectacular y un catálogo exquisito de golpes.

Entrenado por el catalán Daniel Vallverdú, ex entrenador de Murray, Berdych y Del Potro, Dimitrov, número uno en categoría junior, ha perdido siete de las ocho veces que se ha enfrentado a Nadal. Su única victoria fue en su último enfrentamiento, en Pekín el pasado mes de octubre, pocos días antes de que el mallorquín pusiera fin a la temporada. Pero era un Nadal muy diferente al que se está viendo en Australia. Todos los grandes han caído ante su poderoso tenis, desde el propio Nadal hasta Djokovic, Murray y Wawrinka. Todos menos Federer, su némesis en la pista.

Nadal y Dimitrov ya saben lo que es enfrentarse en el Abierto de Australia. Fue en los cuartos de final de 2014, el año que el ganador de catorce grandes perdió la final ante Wawrinka. Ganó el mallorquín en cuatro sets, por 3/6, 7/6(3), 7/6(7) y 6/2. Ha sido la tónica en los enfrentamientos entre ambos jugadores. Dimitrov siempre es capaz de ganar, al menos, un set al de Manacor, por lo que se presume un duelo más igualado que el que se vio entre Nadal y Raonic. Supone la cita de hoy una gran oportunidad para ambos. Para Nadal, la de meterse de nuevo en una final de un Grand Slam, la 21 de su carrera; para Dimitrov, clasificarse para su primera gran final tras una trayectoria errática.