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Opinión

El Atleti feroz gana al Barça bonachón

El Atleti feroz gana al Barça bonachón

El cuadro de semifinales de la Champions recoge al club que entrena Guardiola en calidad de emérito -Bayern-, al cuadro que Guardiola ya sabe que entrenará -Manchester City- y al club que el martes volvió a demostrar que nunca logrará jugar como un equipo de Guardiola -Real Madrid-. Sin embargo, se ha quedado fuera el club que consagró a Guardiola, porque el Barça bonachón fue escaso rival para un Atleti feroz. Admitamos el penalti no señalado en las agonías del choque, pero era más dramático contemplar a Griezmann descubriendo la soledad del delantero de fondo, porque cabeceó el primer gol sin que ningún defensa rival se le insinuara.

¿Cuál de los cuatro equipos hubiera preferido Guardiola que no se clasificara para semifinales? Un observador apresurado señalará directamente a los dos conjuntos de Madrid. No en vano sostenía Ramón Mendoza que "los madridistas no somos antibarcelonistas, pero los barcelonistas son antimadridistas". Traspasado el arranque de erudición, el extécnico del Barça en tránsito al City desde el Bayern suspiraba el lunes para que su futura escuadra inglesa fuera desarbolada en cuartos por el otro equipo con jeque, Paris Saint Germain.

La razón es evidente. Guardiola está aquejado del síndrome Heynckes, más doloroso que el síndrome Rebeca. El papel de la híspida Mrs. Danvers reposa en esta nueva versión en Mourinho, que no se cansa de recordar que el predecesor del entrenador de los bávaros se despidió con un triplete que su sucesor ha sido incapaz de reproducir.

Analizado el futuro, pasemos a reinventar el partido de anoche. Gracias al teorema de Bayes que han adoptado los estadísticos como nueva divinidad, el Madrid-Wolfsburgo influía decisivamente sobre el Atleti-Barça. Cada gol de más que los madridistas hubieran endosado a los alemanes, contribuiría a minar la erosionada autoconfianza barcelonista. El escueto tres a cero apenas reforzaba las oportunidades de los atléticos. Por suerte, el Barça sufre una crisis que no precisa de estímulos externos. Ayer jugó peor que en el encuentro de ida, donde empeoró a su vez las prestaciones ante el Madrid.

La clave radicaba en averiguar si el Atleti acabaría con diez jugadores, que es la alineación final obligatoria en partidos contra el Barça. Pronto se permitirá a los rivales que empiecen el partido con uno menos, para adecuarse a su destino desde el principio. En cambio, el árbitro le ahorró a los rojiblancos un gol que tampoco está claro que el Barça mereciera.

Además, Messi ha conseguido caminar más despacio que en la era de Tata Martino, como si supiera que sus inversiones más borrascosas están por descubrir. Las cuentas corrientes han contribuido a degradarlo a un jugador corriente. El Olimpo se tambalea. Cuando se recuerda que el Atleti empezó el partido eliminado, se agranda la magnitud de su gesta y se ensombrece el extraño lapsus del indiscutible mejor equipo del mundo.

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