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Minuto 91

Un campeón limpio

Desde atrás. Desde muy atrás. Así ha ganado Jorge Lorenzo el Mundial de MotoGP. De forma justa. Y lo mejor, de forma limpia. Hastas las sucesivas caídas de Marc Márquez, que le alejaron de toda posibilidad de revalidar el título, el piloto mallorquín ha ido de tapado. Siete victorias, siete, un solo cero y permanentemente con la calculadora en la mano, le han dado un merecidísimo título mundial. Sin trampas. Sin dar patadas a nadie y aceptando siempre las reglas del juego. Y lo ha logrado antre tres monstruos de las dos ruedas, lo que le otorga todavía un mayor mérito a su gesta. Al comienzo del campeonato parecía imposible destronar a Márquez, un piloto que sin duda está llamado a marcar una época. Bicampeón de MotoGP con 20 años, solo las caídas y un Lorenzo genial le han tumbado. Ha ganado cinco carreras, pero no ha sumado un solo punto en seis. Demasiado incluso para Marc. Pedrosa, ganador en dos, ha pagado su mermada condición física de principio de temporada, que le obligó a pasar por el quirófano, pero ha sido un dignísimo rival, dando la cara hasta la última vuelta de la última carrera, como ayer.

Un borrón para Rossi. El tercero en discordia ha sido Valentino Rossi, un piloto genial, diferente, como lo atestiguan sus siete títulos mundiales en la máxima cilindrada. Pero, a sus 36 años, habrá un antes y un después del italiano tras la carrera de Sepang. La patada -las imágenes, mil veces repetidas, no engañan- a Márquez pasará a la historia de la infamia en el deporte. Su actitud durante y después de la carrera de Malasia fue deplorable. Indigna de un campeonísimo como él. Ayer tuvo la oportunidad de resarcirse pero, lejos de maquillar su deteriorada imagen, la empeoró acusando de nuevo al piloto de Cervera de ayudar al mallorquín a conquistar su tercer título mundial. A eso se llama, lisa y llanamente, no saber perder. Rossi dejó escapar ayer la última oportunidad que le quedaba de volver a saborear las mieles del triunfo. La próxima temporada tendrá dos rivales, pero también dos enemigos, parece que irreconciliables, que no olvidarán fácilmente la afrenta que han padecido.

El triunfo de la madurez. Jorge Lorenzo Guerrero hace tiempo que ha dejado de ser aquel piloto insolente, descarado y chulesco que tantas antipatías le creó. Ahora es un persona más cerebral, dentro y fuera de la pista. Solo tras la patada de Rossi a Márquez se le pudo oír una palabra más alta que la otra. Es respetuoso con sus rivales y se comporta tanto en las victorias como en las derrotas, que es lo difícil. Pero, en donde hay unanimidad entre los expertos moteros es en la finura de su pilotaje. Cuerpo y máquina se funden en uno. Sobre seco ha sido el más rápido, y en mojado sufre más que nadie, pero ha dado la cara.

Con todo en contra. El título del piloto mallorquín, el quinto de su brillantísima carrera -tres en MotoGP y dos en 250- tiene más mérito si cabe porque lo ha conseguido con prácticamente todo en contra. No le ha bastado con lidiar con dos pilotos de la talla de Márquez y Pedrosa, que le hicieron sufrir hasta el último segundo, sino que, encima, se ha visto obligado a mantener un pulso con Rossi y la escudería Yamaha, que se ha decantado descaradamente a favor del de Tavullia en el incidente de Sepang. Una disputa que puede tener consecuencias en el futuro más próximo. Lo que está claro es que la relación de Lorenzo con Yamaha no será la misma que hasta ahora. El idilio se ha acabado. Al final se ha cumplido el dicho de que quien ríe último ríe mejor. Lo ha hecho el mejor. Jorge Lorenzo, un campeón limpio.

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