Veinticuatro horas antes Toni Nadal, de profesión entrenador de Rafa, había dicho que su discípulo podía ganar de nuevo en Wimbledon. Un día después, quizás por puro oportunismo o no, John McEnroe opinó que la recuperación de Rafel Nadal Parera pasa por un cambio de preparador. No seremos nosotros quienes entremos en tamaña guerra. La historia habla por si misma del destino que sufrieron los redentores de oficio. Tampoco es el momento de valorar las evidencias, tal y como ha hecho sobradamente la prensa británica. En cambio, vale la pena fijarse en las palabras del tenista mallorquín después de caer una vez más sobre el césped londinense, en esta ocasión a manos de un rival que ni siquiera está en el top 100 mundial: "Si dentro de dos años seguimos así, ya veremos qué pasa".
¡Cuán largo nos lo fiais!
Setecientos treinta días se nos antojan muchos para reponer fuerzas y nivel, sobre todo si consideramos, basándonos en sus alusiones, el calvario de lesiones del que llega. Pero no formaría parte de su vocabulario una referencia implícita a la duración de alguno de sus contratos o compromisos necesarios.
El bajón no es circunstancial. Se la está pegando alguien que ha sido, y aún es, un icono del tenis mundial. Profeta en su tierra pero, además, santificado en el resto del orbe. Sin embargo no es pasar del primer lugar de la ATP al segundo o incluso retroceder tres o cuatro posiciones, sino que en cuestión de días puede haber salido del olimpo del Top 10.
Y en este instante de auténtica zozobra sería injusto olvidar todo lo que ha hecho y ha conseguido para el deporte español, balear y para sí mismo. Tampoco hay que hacer leña del árbol caído antes de que, efectivamente, ruede por los suelos. Y, en principio, no es el caso.El tiempo dirá si nos hallamos ante un retroceso puntual o, simplemente, en el declive natural de quien ha escrito una historia inolvidable.
